Arrancaron las últimas horas del año pasado escuchando a César Luena asegurar que «no hay ninguna posibilidad de un acuerdo con el pepé».

Lo primero que pensará usted es qué cansino y, lo siguiente, quién es Luena. Pues, el secretario de Organización del pesoe y una de las razones palmarias por la que Pedro Sánchez hace hasta el pino con tal de que lo reconozcan. A la hora de explicar las discrepancias del jefe con la presidenta de la Junta tuvo, sin embargo, su aquél: «El pesoe es un partido donde tradicionalmente las tensiones internas son una manera de funcionar».

Tampoco debería hacerle ascos a las que provoca en el paisanaje al afirmar que su partido «es la fuerza mayoritaria de la izquierda, lo va a seguir siendo -«En Grecia pasará lo que quieran los griegos», añadió el fino analista- «y vuelve a ilusionar», aunque al menos tomó la precaución de no decir dónde. En esa senda se queda corto respecto del diagnóstico rajoyniano, por el que ya se puede disfrutar de la recuperaçao aquí mismo. La verdad es que da gusto verlos como si no tuvieran problemas.

La exalcaldesa de Alicante prefirió irse sin dar la cara, pero no tuvo reparo el día que entonó el adiós desde el muro en pasearse con el marido y empujando el cochecito de la criatura por pleno centro de una ciudad políticamente empantanada.

Así las cosas, el rey, que desde la salida en la que se colocó no iba a alentar a nuestros representantes a ser aún peores, perdió la ocasión de llegar a los corazoncitos diciendo que tampoco nos quejemos, que él se ha quedado sin cuñados y casi sin hermanas. La gente precisa ánimos porque, a través de lo que les llega, anda un pelín desinflada. Sin ir más lejos, una amiga, que está en ese plan, sucumbió tras esta llamada: «Hola, Marta, te llamo para entregarte la luna». -«¡Qué cosas más bonitas dices!». -«A ver, me explico. Soy Roberto, el de Carglass».