El miedo o el ataque son dos de los impulsos vitales de todo ser vivo, persona, animal o cosa. Así pues, instintivamente atacamos o huimos (o morimos en el intento), según calibremos el peligro que nos acecha. Y aquí, en España, con el terremoto de Podemos, a la señora Cospedal le salió la vena atacante (aún no han evaluado, ni ella ni el PP, la importancia del futuro voto ciudadano a Podemos). Así pues, Cospedal ya se lanzó a soltar sapos por su linda boca sobre Podemos: «Son muy peligrosos para la democracia; son populismo totalitarista, chavistas, castristas, bolivarianos y estalinistas...».

El voto del miedo del bipartidismo (y otros) se activa contra Podemos y su líder, Pablo Iglesias. Y a ellos se les suma la gran empresa. Ahora, a estas alturas de la película de la crisis y de la recesión económica, los grandes empresarios ofrecen un plan mágico para un recorte drástico del paro. Dicen, esos grandes dirigentes de las sociedades de las puertas giratorias, que según sus planes, las reformas que proponen rebajarán el desempleo al 11% en cuatro años, creando 2,3 millones de empleos. ¡Y Dios que lo vea, benditos! Esta música me suena: ya lo dijo el PSOE de Zapatero y de Rubalcaba, y lo malprometieron Rajoy, De Guindos y Báñez.

Las mayores compañías españolas se desmarcan ahora „a buenas horas mangas verdes„ de las políticas del PP, del PSOE, y como grandes salvadores patrios se lanzan al ruedo de las promesas que no se cumplen, si no se hace como ellos quieren. Ellos, ellas, sus empresas grandes, son esas que han ganado a espuertas con la crisis, que se lo han llevado en crudo a costa del sacrificio de los españoles. Veamos esas enormes empresas: las eléctricas, las telefónicas, los bancos y cajas, las del gas, etc. ¡Alarma social! ¿No es en esas compañías donde acaban los políticos ya retirados y agradecidos de los sueldos y prebendas millonarias?

Lo que más asusta de estas declaraciones y reuniones empresariales es el telón de fondo de ellas. Parece ser que todo esto ha surgido por la alarma social por la corrupción y de la incertidumbre política que genera el ascenso de partidos y posturas antisistema. O sea, que nuestro prototipo de Estado ni jurídica ni económica ni socialmente funciona. Este régimen nacido en el 78 y que tiene al bipartidismo (PPSOE) como principales ejes, está caduco. No ha sido la Transición todo lo democrática como deseamos. Más bien, ha acabado siendo un modelo político clientelista y caciquil, una democracia nada participativa.

Está bien este alarde de los grandes empresarios para salvar España, pero se supone que esa iniciativa debe salir del Gobierno o de los sindicatos o de los partidos. Pero qué han hecho éstos: nada; al menos, nada que haya solucionado el tema sangrante del elevado desempleo. Y la pregunta es: por qué no lo hicieron antes, por qué no ayudaron a Rajoy para solucionar esta tragedia española de la tasa de desempleo.

Luego, vemos que las medidas que proponen son recetas harto sabidas y ya empleadas sin éxito. Sus fórmulas aspiran a reformas leoninas de la contratación del trabajador: contratos con menos remuneración, muy temporales y más precarios. Y como se sabe a voces piden que se reduzca el gasto público. O sea, otro gran ajuste fiscal de más de 30.000 millones de euros, y que bajen los impuestos que ayudan a sufragar los servicios públicos.

Y todo esto con la deuda pública disparada mientras caminamos por el espeluznante sendero que nos lleva una tercera recesión, esta vez bajo la afilada cuchilla de la deflación.

Bueno, señora Cospedal y señores grandes empresarios, aunque los de Podemos sean muy peligrosos para ustedes, esos son los que hasta ahora las encuestas les dan la mayor intención de votos de los españoles. Y la democracia es aceptar democráticamente los resultados de las votaciones.

Todo este terremoto de las encuestas de Metroscopia y del CIS tienen aterrados a los partidos del bipartidismo (y a otros), y ya empiezan a ponerse en marcha el ventilador de la infamias y de las descalificaciones.

El régimen de las falsedades, de los fraudes, tiene miedo. Miedo que creen superarlo con insultos contra millones de españoles que ya no confían en ellos y quieren un cambio, un verdadero cambio, no una simple limpieza de cutis democrático.

Miedo de los mercados, miedo de las grandes empresas a que las cosas no vayan en la dirección que ellos desean.

Parece increíble que Rajoy hable, ahora, de bajar impuestos (él que creado más de once nuevos tributos). Pero, de cara a la galería electoralista del 2015, dice que los reducirá si revalida su mayoría y si gobierna en la próxima legislatura. Siempre con la boca pequeña afirma que los disminuirá «si las circunstancias económicas lo permiten». De cajón, Mariano Rajoy... Si no ganas no podrás ni subirlos ni bajarlos... ¿Los rebajará? ¿Seguirá en el Gobierno? No sea, como siempre, tan trolero, señor registrador de la propiedad ajena.

Esto es lo que produce hartazgo y cabreo ciudadano. Tienen el miedo metido en el cuerpo, y el tembleque de piernas, por eso mienten más que Carracuca. Y ahora sus miedos, y sus patrañas contra Podemos son ya ignominias.

Para acabar con esto, ya se sabe, en las varias elecciones del 2015 llenemos de votos las urnas de los defensores de una democracia alternativa, verdaderamente representativa de todos los ciudadanos españoles.