Francis Fukuyama, que hace 25 años anunció el fin de la Historia con el triunfo irreversible de la democracia liberal, sostiene hoy que el gran peligro es el populismo impulsor de medidas que conducen al colapso, y aboga por una sociedad vigilante en que los medios de comunicación ejerzan realmente su papel como cuarto poder, tarea que no estarían realizando satisfactoriamente en opinión del profesor y ensayista, para quien el declive político de un país y de su sistema de medios está directamente relacionado, y tal declive se produce cuando la relación de los medios con los ciudadanos y viceversa no conduce a una cabal comprensión de lo que ocurre, sino a lo que denomina un aislamiento en el que cada cual se encierra con aquellos medios que confirman su visión del mundo y de las cosas, e ignora los demás discursos en circulación.

Añade Fukuyama que la expansión de los nuevos medios ha exacerbado el fenómeno. No sé a cuales medios se refiere como nuevos, y si incluye en ellos a la prensa, a la radio y a la televisión, pero son éstos, mucho más que el universo digital, quienes con más eficacia y audiencia transmiten música política e ideológica especializada, y no ahora sino desde hace mucho. Más bien podría afirmarse que, en algunos aspectos, los viejos medios son hoy más abiertos y plurales que antes, y por ello más útiles para entender lo que ocurre.

Ciertamente que hay prensa de combate, de frente bélico, e incluso ciertos diarios aspiran a gobernar el país desde su Redacción, pero hace un siglo la prensa de partido, de filia y fobia, era la norma. Si en un momento dado algunos rotativos colocaron el adjetivo ´independiente´ en lo alto de la primera página fue para distinguirse del tono general del gremio, aunque en realidad tal independencia fuera bastante descriptible.

En nuestros días cualquier lector avispado sabe de que pié cojea cada cabecera, pero ello no es óbice para que las más sensatas publiquen con generosidad los puntos de vista no coincidentes con los suyos. De otra forma serían rechazados por los lectores. Quienes se abrazan a una sola marca lo hacen con plena conciencia de su deriva, buscando el confort de desayunarse cada mañana con una dosis de ratificación de sus creencias, lo que por otra parte es tan antiguo como ir a misa. Pero hay mucha vida comunicativa el resto de las horas de la jornada, y es imposible aislarse de los mensajes contradictorios que nos asaltan desde radios, televisiones y redes sociales.

Aún así, en caso de considerar perjudicial la existencia de medios partidarios, cabe atribuir su existencia al modelo mismo de democracia liberal que se supone vencedor absoluto y definitivo del concurso universal de ideologías. Es el mercado liberal en democracia quien asigna productos ideológicos a las demandas y consumidores a las ofertas. Para evitarlo seria necesaria la intervención censora del poder político, justamente lo que hicieron los Gobiernos europeos durante décadas con el monopolio televisivo (y en algunos países también radiofónico), algo que ningún liberal vencedor de la Historia podía aplaudir.

Tal vez sea necesario preguntarse si el fenómeno que alarma a Fukuyama no es una consecuencia necesaria del éxito del modelo, de la misma forma que lo es el crecimiento de las desigualdades teorizado por Piketty y que analistas nada sospechosos de bolchevismo señalan como una amenaza para el propio capitalismo. Las famosas contradicciones intrínsecas de los modos de producción, que les hacen entrar en crisis.