Los tres grupos políticos con representación en la Asamblea Regional, PP, PSOE e IU, acaban de aprobar que, a partir de la próxima legislatura, la persona que sea elegida presidente de la Comunidad Autónoma no pueda ocupar el cargo más de dos mandatos. La medida, según justifican los propios diputados, se adopta para atender una demanda de la sociedad, aunque en el caso de los representantes de la oposición matizan que llega tarde. No seré yo quien lleve la contraria a los políticos cuando se arrogan la potestad adivinatoria sobre cuanto desean, sienten o anhelan los ciudadanos de esta Región o de este país, aunque mucho me temo que no terminan de escuchar los mensajes con la atención suficiente o, en realidad, sí los entienden perfectamente, pero el juego de la política va más allá de teorías ortodoxas y nuestros gobernantes se mueven mejor en otros derroteros más laxos.

Aplaudo, no obstante, la reforma del Estatuto de Autonomía que limita a dos los mandatos presidenciales, porque ocho años son más que suficientes para poner en marcha una manera de hacer política. Habrá voces contrarias -políticas el cien por cien- que defiendan que el tiempo no puede acotar la labor de las personas válidas, que la experiencia de los años trabajados en favor de los ciudadanos no tiene precio. Y no les falta razón, pero creo que nadie es imprescindible y que la labor de un líder no puede eclipsar a un Gobierno a la hora de aplicar una política continuista en el fondo, aunque distinta en las caras. El relevo de los actores es necesario e higiénico en democracia. Perpetuarse conduce a situaciones que no necesito traer a estas líneas porque están en la mente de cualquiera que haya vivido en España en los últimos 35 años.

Pero, volviendo a la limitación de mandatos, y ya puestos a regenerar esta doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno, ¿por qué los diputados murcianos no escucharon con más atención a una sociedad que tal vez está cansada de que la política se haya convertido en una profesión en la que puedes entrar sin la formación necesaria, con apenas 20 años, y de la que casi te puedes jubilar, cuarenta años después? ¿Por qué no decidieron aplicar el límite de dos mandatos a todos los parlamentarios? O ¿es que trabajar en un escaño doce, dieciséis, veinte años hace mejores a los políticos por el hecho de estar en la oposición y no en el Gobierno? Al menos, con la nueva ley en la mano, quien quiera ser presidente tendrá que someterse a un examen, en forma de elecciones, y aprobarlo, algo que no habrán hecho los perdedores. Y estos podrán eternizarse en su asiento. Y ya que ha amanecido un domingo tan demagógico, ¿por qué no aplicamos el mismo rasero a los consejeros, alcaldes, concejales, directores generales y responsables de organismos públicos?

No tengo claro que los políticos sepan realmente qué piensan los ciudadanos, pero sé sobradamente lo que piensan estos de los políticos.