Chema se cogió un descanso. Sin descansar, porque las personas que no pueden parar de hacer cosas, sobre todo esas cosas que se les dan bien, no pueden descansar. No saben. Y Chema no sabe estarse quieto. Le viene de familia, no se crean. Así que después de muchos meses de escrutar Murcia entera en busca de su lugar, después de muchas noches consultando con su almohada, dibujando el sitio que quería, de mucho hablar con su Paqui del alma y de escuchar a sus miles de colegas con consejos de todo tipo, Chema se puso manos a la obra. Eligió la Plaza Mayor, a la que ya le ha dado un nuevo aire murciano en sólo un par de semanas, y se puso a hacer realidad sus sueños tirándose a la piscina, ahora, que dicen, empezamos a empezar a salir de la crisis.

Lo suyo era (lo sigue siendo) el traje de luces y arrimarse a los morlacos con temple y valentía, que la tiene impregnada en su alma y se le ve en los ojos esa fuerza torera que se sigue desperdiciando por quién sabe qué razones que va poniendo la suerte a lo largo de la vida. Porque José María Requena, torero, en una vida muy cerca de ésta, es un grande del toreo. Todo ese empeño se puede paladear en el que es su apuesta personal por la gastronomía murciana. Chema ha recogido los frutos de muchos días, infinitos días, de más de diez horas de compadreo, pero currando, tras una barra con toda Murcia y ha montado el garito de tapas perfecto. Nada menos que con la mar como mismísima compañera de faena. El Amarre, en la Plaza Mayor, terraza amplia, barra todo lo que da de sí el local, con todos los clásicos murcianos del aperitivo a nivel de Champions league (marinera directa al top tres), tiene el plus de la Pescadería Jose. Pescaico fresco a diario para hacerte allí mismo a tu gusto, o al de Chema.

Menudo festín de mar fresquica, de olores y colores, de Mar Menor y Mediterráneo, atún, magres, doradas, quisquillica, gambones, chapinas, berberechos a precio de lonja€ Acho, qué ricura. Y todos los días, un plato de cuchara en el menú. Y allí está él, todos los días, sus diez, doce, quince horas, con su sonrisa de estar dándole forma a todo aquello que ha ido soñando, y ves cómo es admirable quien hace lo que quiere y lo que cree, y se sacrifica con la recompensa única de haber hecho lo que quería hacer. Así que vaya desde aquí mi brindis por todos aquellos Chemas del mundo, y por El Amarre, un puerto de mar en el mismo corazón de Murcia, que en unos días se ha convertido en parada imprescindible en los aperitivos de esta bendita y muy gastronómica ciudad, por Nuestro Bar. Vale.