El territorio de las tramas que día tras día nos dejan ´ojipláticos´ -como diría Rita Barberá- guarda una extraña coincidencia con la geografía de las cajas de ahorros gobernadas por el PP que han quebrado. A Madrid, Valencia y Murcia no les unen solo los hilos invisibles que mueven las alas de la gaviota, sino también el destino compartido por tres entidades que guardaron el fruto de la austeridad de varias generaciones: Caja Madrid, Bancaja y CAM. Por eso, el hecho de que los exconsejeros de la CAM estén coincidiendo en la Audiencia Nacional con los implicados en la operación Púnica -que se ha cobrado ya varias cabezas en Murcia- no parece una mera coincidencia. Tampoco es una metáfora. Es el resultado de la gestión de unos líderes y una lideresa que tuvieron en sus manos el gobierno, el partido y las cajas. Madrid y Valencia han producido incluso argumentos de novela negra para la historia, con persecuciones de espías, interrogatorios clandestinos a un jefe de prensa de la Generalitat y huidas al volante por Madrid. Creen que eso no es corrupción, pero solo ellos saben lo peligrosos que son.