El restaurante Lardhy de Madrid cumple 175 años. Sus mesas han sido testigo de la historia reciente de España. Allí se han nombrado ministros y se han consensuado constituciones; en uno de sus reservados, cenaba y, luego, ´despachaba´ Isabel II con su general de turno; de allí, salió Alcalá Zamora como Presidente de la II República. Pero a mí me interesan otras historias. Durante años, al pasar por su puerta, siempre llamó mi atención un mendigo que pedía junto al escaparate. Llevaba uno de los cristales de las gafas roto, los codos del jersey descosidos y los guantes muy deteriorados; pero era un hombre sumamente educado y agradecido. Cada vez que viajaba a Madrid, y pasaba por la puerta de Lardhy, me detenía un rato para darle una propina e intercambiar un rato de conversación. Un día, después de seis meses sin verle en su puesto, entré al establecimiento y pregunté a un empleado por él. «¡Ah! „me dijo„ usted debe referirse a don José». Me emocionó el trato de don a un mendigo. Entonces me contó que fue enfermero, pero que tras una disputa con el Estado decidió renunciar a su puesto de funcionario y, después, a la pensión de jubilación. Desde entonces, vivía de la mendicidad. «Una mañana de invierno, alguien debió telefonear a Servicios Sociales: lo encontraron al borde de la hipotermia. Lo subieron a una ambulancia, lo llevaron a una residencia y ya no hemos vuelto a saber de él. ¡Don José!€ así le llamábamos todos». Sin duda, Lardhy está lleno de historias por dentro y, también, por fuera.