Según la Organización Mundial de la Salud, «una persona se suicida cada cuarenta segundos». No dice de quién se trata, lógicamente. Y a mí se me caen las pistolas y lamento que una sociedad como la nuestra, en crisis pero todavía con algunos valores como la solidaridad, donde existe un plan internacional de la Salud Mental, permita que un prójimo, sea un mendigo o un aburrido metafísico, acuda cada cuarenta segundos a la capilla del sacrificio para inmolarse. En un encierro por San Fermín, en 2011, uno de los toros, creo que era de la ganadería Cebada Gago, enganchó a un turista americano y le metió el pitón por un ojo, una y otra vez y así hasta veinte; ¡terrible! El americano no perdió el ojo de milagro; pero no podemos confiar en los prodigios y propongo rescatar a esa persona desgraciada que se suicida cada cuarenta segundos; eso no hay cuerpo que lo aguante.