Se está bien en los aeropuertos. Siempre que el vuelo vaya a ser de ida. Siempre que te quedes quieto. Si entras a un bar a por una horchata y unos frutos secos tienes que firmar una hipoteca para financiar el tentempié. Los servicios médicos de los aeropuertos españoles están pensados para los infartos que pueden darte con el coste de un sandwich mixto, que como es sabido se hace en una parrilla de oro, el operario trabaja dos horas al día por 5.000 euros al mes y el queso es importado desde Francia en jet privado. Sólo así se explica el precio.

El café siempre está excesivamente caliente. Así los médicos no sólo atienden infartos y tienen entretenimiento con las quemaduras de labios y esófagos. Del esófago siempre se ha hablado poco en la prensa y desde aquí le rendimos un pequeño homenaje, ahora que escribimos y ningún líquido ni sólido circula por él.

Si cuando alguien nos regaña solemne y estamos en un apuro pensamos que ese ser impertinente tiene esófago, la situación siempre queda algo aliviada. Me gustan los aeropuertos por su limpieza y amplitud, las expectativas en el cuerpo, vacaciones, una guía en el coleto cuidada como tesoro para leer en el vuelo.

Gente amable y solícita, rumor de acentos nórdicos, africanos, asiáticos y hasta el tono melaza y envolvente del castellano del otro lado del Atlántico. Los controles de seguridad son una pejiguera, pero se conoce gente. El tiempo que mi cinturón se pasa en la valija de plástico mientras pasa por el arco de seguridad le sirvió en una ocasión que iba a tomar un vuelo a la inopia para intimar con el monedero de una chica de Vigo. Nos costó mucho separarlos pero no era viable que la muchacha marchara con mi cinturón o yo portara un monedero.

Bien pensado, a lo mejor había un billete de quinientos con el que pagar una Coca Cola y una bolsa de patatas fritas, aperitivo que uno ingiere en escasas ocasiones. Sabido es que el primer día de vacaciones nada puede engordarte. El gran pasatiempo de los aeropuertos es mirar y fabular: ¿para qué querrá facturar un piano ese señor?, ¿por qué la cola que has elegido para la facturación es siempre la que más lenta va?

Esa señora con ocho niños, ¿es la madre de todos? El que va vestido de safari y toma un vuelo a Madrid, ¿es por que ha entendido mal lo de la jungla de asfalto? Hay que dar por seguro que el que factura justo delante de ti, cuando está a punto de tocarte, decide contarle al del mostrador su último viaje a Bolivia o el argumento de El señor de los anillos o cómo le molesta la ciática. Media hora de cháchara. Con el estómago vacío. O la cartera. Me gustan los aeropuertos. Aunque haya que apretarse el cinturón. Y quitárselo.