Han pasado dieciocho años en un recorrido por diversos tribunales. Por fin, a la segunda vez, en Estrasburgo, la sentencia es definitiva: ocho votos a favor, que saben a gloria y nueve en contra.

Los medios de comunicación parece que tienen interés en marcar la atención en que este alto tribunal dé la razón a los tribunales españoles a favor del obispado de Cartagena cuando, en realidad, siempre han sentenciado sin amplio consenso. Porque, si hacemos un ligero repaso, la primera sentencia, dada en Murcia por la Sala Tercera de lo Social, condena al obispado de Cartagena por «lesión de derechos fundamentales» y declara el ´despido nulo´, ya que se ha lesionado la Constitución española en sus artículos 14, 16, 18 y 20, por discriminación en la vida privada, al estado civil, al derecho de asociación y libertad de expresión.

La segunda sentencia, para salvar al obispadoo se inventa, sin pruebas, que he llamado a los periodistas, he hecho un posado exhibiendo la fotografía con mis cinco hijos menores de edad para hacer publicidad del MOCEOP (Movimiento pro Celibato Opcional). De esta manera, según este tribunal de Justicia de Murcia, yo mismo ya no tengo derecho a hablar de privacidad y me condeno a sufrir las consecuencias.

La tercera sentencia, dada por el Tribunal Constitucional, aceptando el hecho, no probado, de escándalo y poniendo en mi boca frases y palabras que jamás pronuncié, da la razón al obispado, a excepción del ministerio fiscal y dos votos particulares que se pronuncian a mi favor.

Cuarta sentencia. A Estrasburgo los abogados españoles acuden con más basura, recogida del secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal Española y de una asociación francesa a favor del Derecho y la Justicia, asegurando que un profesor que no tiene fe no puede enseñar la religión, que este profesor ha divulgado manifestaciones y escritos contra la Iglesia católica, que en clase enseña doctrinas contra la Iglesia católica, que después de pedir la dispensa del celibato ha ejercido el ministerio sacerdotal en dos parroquias de la diócesis, que soy miembro activista del MOCEOP, un movimiento subversivo contra la Iglesia católica€

Por mi parte, he llegado a pensar en el error de esta corte de Estrasburgo al prestarse a actuar como un tribunal de primera instancia y dar entrada a estas intervenciones gratuitas. Un magistrado de la corte, sorprendido de estas afirmaciones, pidió al abogado que defendía al Estado español y a la Conferencia Episcopal que en su segunda intervención presentara pruebas de estas afirmaciones. Pero en su segunda intervención pasó de largo ante esta petición. ¡Nunca han presentado pruebas! Por este motivo la sentencia de este tribunal fue suspendida debido al voto particular de un magistrado, quien consideró absurdas algunas afirmaciones de los otros jueces.

Quinta sentencia ante la gran sala y presidida, esta vez, por diecisiete magistrados del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Cuando acabó el juicio celebrado el día 30 del enero del pasado año, manifesté cierta satisfacción, porque pude comprobar el interés de los magistrados por conocer ciertos detalles del caso que se debatía.

El resultado de esta sentencia consideramos que ha avalado la de la Sala Tercera de lo Social de Murcia con los ocho votos a favor, al mismo tiempo que respetamos que nueve magistrados hayan votado en contra por los motivos que ellos hayan considerado justos. A partir de ahora damos por zanjado este capítulo de nuestra vida, que ha durado dieciocho años. Lamento que se haya cumplido lo que anuncié a don Javier Azagra en mi última conversación con él: «Mantener esta decisión del despido va a hacer mucho daño a la Iglesia y especialmente a mí» El daño ahí queda. Nosotros pasaremos.

En este momento me siento en paz. Amo a la Iglesia, pueblo de Dios, a la que he servido de la mejor manera que he sabido y que he podido. Esto no me impide mantener un actitud crítica frente a algunos clérigos y jerarcas. Me siento dentro de la Iglesia, pueblo de Dios. Gracias a ella soy lo que soy. Dentro de ella he conocido a Jesucristo, mi único y mayor referente, a quien siempre he querido imitar en sus gestos y palabras. Y lamento el que solo lo he conseguido muy imperfectamente. Amo, sin reservas, a mi mujer, a la que Dios puso en mi camino como un gran regalo en mi trayectoria misionera dentro de la Iglesia, pueblo de Dios. Me siento agradecido, afortunado y feliz por haber tenido cinco hijos, que son responsables, voluntariosos y sensibles a los problemas que hoy preocupan a la sociedad.

Cuando ha terminado este proceso, que ha durado dieciocho años, además de haber sentido el calor de toda la familia, me he sentido arropado por cientos y miles de ciudadanos y amigos. Eran muchos los desconocidos que por la calle me detenían interesados por este proceso. Incluso no pasaba día en que alguien me detuviera en mis salidas, por el mismo tema. Desde aquella manifestación popular en ´la esquina del convento´, no he olvidado las caras de sindicalistas y representantes de los distintos partidos políticos representativos en el gobierno municipal. Hubo gentes de todos los sectores representativos de la población, especialmente del mundo de la enseñanza. A todos me siento muy agradecido. A todos les debo las fuerzas que me han empujado hasta el fin del recorrido, y hasta pensar que en la conciencia particular de algunos jueces debe quedar el remordimiento de no haber actuado en conciencia. De todas formas agradezco el apoyo de los ocho jueces que han votado en mi favor, haciéndome sentir que no andaba muy equivocado en mis exigencias y mi lucha.