Es absurdo, como tantas otras cosas, que los horarios de la cosa pública se adecúen a los funcionarios y no los funcionarios a las necesidades de la cosa pública.

El mejor ejemplo de esto lo tenemos en esas muchas oficinas de turismo de nuestra región y de fuera de ella que abren en horarios del tipo lunes a viernes de 9 a 2, quedando coherentemente cerradas sábados, domingos y festivos, momentos en los que como todo el mundo sabe ni puñetera falta que hacen.

Otro ejemplo lo tenemos en los recortes que producen el cambio de los horarios de las bibliotecas públicas. Bibliotecas cerradas por las tardes y los sábados. Absurdo. Las tardes, el momento ideal tras el cole en que los padres van con los críos a sacar cuentos y los jóvenes a estudiar en un ambiente propicio o a sacar su video juego pero ya de paso a echar un ojo a las novelas expuestas. Los sábados, los únicos momentos en los que las personas que trabajan pueden ir a las bibliotecas públicas a hacer uso de su derecho a la cultura, por cierto sufragada por los impuestos de todos, incluidos los que ya jamás tendrán un momento en el que acudir a la mañanera biblioteca de su barrio.

Las dificultades para acceder a las bibliotecas son uno de los peores exponentes de la irracionalidad en los horarios y las consecuencias de largo plazo de las penurias públicas.

¿Recuerdan aquel viejo lema publicitario que decía «un libro ayuda a triunfar»? Pues bien, eso es lo que promueven las bibliotecas. Pero no necesariamente el triunfo individual considerado como la mejora de las condiciones de cada uno „de lo que también participan, por ejemplo, los libros de estudio„, sino fundamentalmente como aquello que contribuye al progreso de todos como grupo humano, como sociedad inteligente y sana. Y eso es lo que hacen los libros: aumentar poco a poco tu capacidad de ser humano, a través de la reflexión que enseña, de la emoción que enriquece; o del entretenimiento que satisface.

Por eso es grave que las bibliotecas no tengan un horario que faciliten a ultranza el acceso de todos a la cultura. No sé si será ingenuo, pero pienso que a más bibliotecas públicas con mejores condiciones de acceso y más promovidas, más oportunidades culturales tendremos, más nivel educativo general y mejores resultados en los famosos informes PISA del sistema educativo.

No sé si será cierto, pero los padres, enseñantes o gestores culturales nos dicen que cuesta Dios y ayuda conseguir que los adolescentes lean.

Si es de esa forma, esto sí que es una crisis contra la que hay que combatir desde todos los frentes, empezando por las condiciones de acceso a bibliotecas públicas promocionadas, bien surtidas y de amplios horarios, y siguiendo por la promoción potente de las actividades más divertida y lúdica de las bibliotecas que por supuesto no se podrán hacer nunca de 9 a 2 de lunes a viernes. A lo mejor así podría resultar que a los adolescentes se les contagie el mensaje de una de las más extrañas y sugerentes pintadas callejeras que he visto nunca y que estuvo hasta hace no mucho tiempo en una pared cerca de donde yo vivía. Decía lisa y llanamente: «Sé rebelde, lee».