Hace unos días, una amiga mía acudió a una entrevista de trabajo. La oferta, encontrada en un portal de internet, ofrecía un sueldo de 950 euros al mes, incorporación inmediata y tres vacantes disponibles para una empresa ´muy importante´. Un par de semanas después de suscribirse a la oferta, mi amiga recibió una llamada de una empresa nacional especializada en entrevistas de trabajo para otras compañías en la que le decían que, si seguía interesada, debía acudir a su oficina a una hora determinada para una entrevista individual.

Al llegar a la oficina, mi amiga se encontró con otras tres personas esperando en el hall de entrada. Poco a poco, fueron llegando un total de diez. Una vez reunidos todos, la responsable encargada de la entrevista les pidió que pasasen a una sala. Lo de ´sala´ lo he puesto yo, porque en realidad era un cuchitril con sillas desparramadas donde cabían con dificultad los entrevistados. Una vez en sus asientos, la mujer les explicó en qué consistía la entrevista, que al parecer ya no era individual, sino grupal: una presentación, un cuestionario de preguntas sobre uno mismo en inglés y en español y una resolución individual y común sobre un supuesto práctico. Para mejorar el escenario, el hilo musical ofrecía bellas canciones de David Bisbal y Los Mojinos Escozíos. Como iluminación, un ventanuco cutre y sucio alumbraba un espacio triste y lleno de cajas y archivadores apilados. Como no podía ser de otro modo, no había mesas ni pupitres para contestar a los cuestionarios, por lo que los entrevistados tuvieron que escribir sus respuestas apoyados en el aire. Tras la finalización de la prueba, la entrevistadora les informó de que había una vacante „ya no eran tres„ para una empresa importante de la que no podía decir el nombre, no fuera que se le desgastase. La contratación ya no era inmediata, sino prevista para el mes de septiembre, y no era con un sueldo de 950 euros al mes, sino unas prácticas remuneradas por quinientos euros.

Una persona sin trabajo es una persona llena de desesperanza y preocupaciones. La necesidad o la urgencia por encontrar un puesto de trabajo con el que sustentarse o sustentar a una familia crea en las personas una enorme ansiedad y una sensación de no valer para nada o de estar en el sitio equivocado en el momento más inoportuno. A cada una de las personas que se han sacrificado en sus estudios o en sus trabajos anteriores y que ahora están en paro deberíamos tratarlas como a reyes. Chotaerse de los parados „ya sea a través de entrevistas embaucadoras o directamente fraudulentas, u ofreciendo trabajos por un sueldo de esclavo„ debería tener la consideración de delito grave, ya que no se atenta contra quien posee el poder, sino contra el débil que se sientre frágil y desamparado.

Los ciudadanos, por norma general, siempre nos quejamos de nuestros gobernantes. Pero nuestros gobernantes (aunque lo parezca) no bajan de naves espaciales: son iguales a nosotros. Por eso, si no nos respetamos entre los ciudadanos, difícilmente podemos pedir que nos respeten aquellos que nos gobiernan.

No somos conscientes de que los cambios sociales, muchas veces, empiezan por cambiar nosotros mismos.