En San Esteban se juega a un juego de juegos, el de los intereses del partido, el del Consejo de Gobierno „con algún grito que se oye desde la calle„ y el del presidente moviendo los peones de los consejeros, ya de salida.

Valcárcel ha condicionado el futuro del aeropuerto al del PP y varios prohombres miopes. En el lío que se ha montado „partimos de que Corvera es la respuesta equivocada a un complejo provinciano entre Murcia y Alicante„ chocan dos criterios, el de Valcárcel y el de Bernal. Para el primero la devolución de los 182 millones del aval debe ser aplazada de momento porque Aeromur (Sacyr) no tiene dinero suficiente en la caja para hacer frente al pago del mismo, lo que sepultaría casi seguro la apertura del aeropuerto. Para Bernal, que es un hombre de Montoro, la Comunidad tiene que cuadrar sus cuentas y, por lo tanto, Aeromur debe asumir lo que firmó. Además planea la preocupación en un segundo plano si será la Comunidad la que acabe asumiendo los costes de explotación una vez se abra si resulta ser una ruina mayor de la esperada y para llenarlo de vuelos hay que recurrir a subvenciones de compañías de bajo coste para que se trasladen desde Alicante con el aliciente añadido de unas tasas aéreas, en teoría, más baratas (suponiendo que Corvera operase fuera de la red de Aena).

La indignidad del ferrocarril es otro tema que queda sobre la mesa para Pedro Antonio Sánchez una vez se resuelva en los tribunales la argucia contra él del PSOE y de sus enemigos del PP, ya que Garre es, salvo malabares inesperados, un hombre de tránsito. No hay fecha para el soterramiento en Murcia, el ministerio ha anunciado un recorte de millones para las estaciones y líneas, entre ellas la de Almería. Esto viene a decir que tampoco habrá conexión con Andalucía, puesto que la integración en Lorca es un callo del que nadie quiere hacerse cargo. Tampoco habrá corredor de mercancías „ya lo he comentado varias veces„, conexión en vía doble electrificada por Cieza, ni plan de Cercanías ni mucho menos línea con Granada recogida en la planificación oficial. Lo único real será un apeadero en superficie en las inmediaciones de Murcia y pare usted de contar.

En el tema del agua el planteamiento de un Plan Hidrológico Nacional ha sido formalmente desterrado en Moncloa y en la calle de Génova. Sólo queda el Tajo y el pago de la púa de las desaladoras (algunas marca PP como la de Escombreras). Cospedal, que sí manda, seguirá buscando recovecos para conseguir la disminución progresiva de los envíos de agua, una forma muy sutil de matar el trasvase a pellizcos. Tiene el apoyo de los populares manchegos y el aplauso malicioso de los socialistas que entre líneas identifican los trasvases con la derecha rancia franquista. Mientas, sus compañeros del PSRM-PSOE contienen la gravedad de las mandíbulas.

En cuanto a la articulación de un Plan Lorca nacional riguroso con presupuesto adecuado y tiempo de ejecución, está descartado cualquier tipo de posibilidad de que sea algo más que retazos de proyectos puntuales mal planificados a cargo del Banco Europeo de Inversiones y fondos diversos europeos. Para Mariano Rajoy esta cuestión ha sido ya enterrada en los sótanos del silencio en los que guarda todo lo que no le interesa.

En términos de números esto es una mancebía descontrolada. Más de 15.000 millones lleva Fomento gastados en la nueva línea de alta velocidad a Levante sin que la Región haya cambiado en su estampa decimonónica de atraso ferroviario para que vaya, finalmente, a tardar casi tres horas en recorrer cuatrocientos kilómetros dando un rodeo inútil de casi seiscientos. Se han tirado setecientos millones en un aeropuerto nuevo „el del Altet„ y setenta en obras para ampliar San Javier que acabará cerrándose bien por acuerdo o por la puerta de atrás, inflando las necesidades de la Academia General del Aire para limitar los vuelos civiles. Lo metido en Corvera entre aval y accesos roza los 240 millones sin computar intereses. Todas estas operaciones de cirugía con motosierra se han hecho con propósito de relanzar el turismo que, en realidad, jamás ha despegado. Aunque se hayan dado cuenta de que cuando un turista desembarca en Cartagena lo hace buscando rastros de historia y no las moles de ladrillo y hormigón, llegan muy tarde. Con todo el dinero tirado se podrían haber restaurado los pocos centros históricos que quedaban y, sin embargo, sólo se han preocupado de Cartagena abandonado pavorosamente casos como el de Lorca, que sigue los pasos de Murcia en los años 60: derribo de todo patrimonio histórico que no sean iglesias o excepciones de patrimonio civil para construir horrorosos edificios de viviendas. Seguimos en el momento en el que Fraga era ministro de Información y Turismo, se bañaba en Palomares y lo único que importaba era llenar las playas de extranjeros tomando el sol a cualquier precio salvo que ahora les vendemos una casa en una gran urbanización llamada resort o un piso a modo de colmena. Han pasado cincuenta años desde aquello y Murcia sigue atrapada es ese preciso momento. Cambian los actores pero el guión, en sí, es el mismo.