Sabios eran aquellos versos de Rafael Alberti:

Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,humaredas perdidas, neblinas estampadas,qué dolor de papeles que ha de barrer el viento, qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua.

Ahora todo es más patético, desde el marco del escenario hasta los personajes de la representación: el Rey con su discurso de garantía de estabilidad, el presidente del Gobierno por repetirnos que 2014 será un año de crecimiento, y todo ello hiperbolizado por los ministros.

Dicen que eso de los discursos ya no lo oye nadie, pero la autoridad incompetente viene identificando a los millones de parados y los pobres sin pan como una mayoría silenciosa, sumisa, y hasta conocedora del contenido ideológico del programa que no es sino el desmantelamiento del Estado del Bienestar.

Pues cuidado con esa mayoría, porque los períodos prerrevolucionarios suelen ser silenciosos hasta que todo se pone patas arriba. Y aún con más motivación si esa mayoría lo que pretende es echar de este país a los gánsteres, precisamente cuando el Gobierno es el peor para el peor momento y cuando esos pobres, entre tanta bofetada continua, pareciera que no tienen ya fuerzas sino para llorar el infortunio. Pero lo que puede pasar aquí con el hartazgo de los vacuos mensajes es impredecible.

Manifiestos, discursos, y en estos días de principio de año más, pero del mismo calibre de las mentiras oídas en el viejo 2012. El problema es que a los del pasado se sumarán más problemas. Como ejemplo, el retroceso a la libertad de la mujer para abortar y que se hace con una ley regresiva como corresponde a las quejas de Rouco y su Conferencia Episcopal, precisamente ahora cuando a Francisco le parece que hay cosas más importantes que resolver en el mundo (refiriéndose al hambre, claro).

Y por si no fuese suficiente ahí está el copago de medicamentos que proporcionará, en muchos casos, una grave alternativa de jugarse uno la vida (un ejemplo: el enfermo de cáncer). Porque las Comunidades autónomas deben empezar a aplicar este mes de enero el copago de fármacos de dispensación hospitalaria para pacientes que no estén hospitalizados.

Este Gobierno se empeña en, a toda velocidad, imponernos decretos y leyes que pueden llevarnos, como viene ocurriendo con los desahucios, a un progresivo sistema de resistencia y desobediencia civil en un claro enfrentamiento a la masiva destrucción de los avances reales en materia de conquistas sociales.

Pero no sólo tendremos estas y otras contrarreformas, sino que la de seguridad ciudadana creará lo contrario del título legislativo, (in)seguridad. Una ley que atenta a la libertad de manifestación y expresión, y dejará un rastro de serias dificultades para hacer crítica severas (aquí pienso en los periodistas) tanto a las instituciones del Estado como a las autoridades que las representan.

Y todo con la finalidad de que los españolitos sepan su papel de aquel viejo y sumiso ‘vivan las cadenas’. ¿Pero es esa la mayoría silenciosa en la que confía este Gobierno? ¿la misma que gustaba de aquel bobo rey, Fernando, que nos arrebató La Pepa? No lo creo.

¿Y saben por qué? Porque esa presunción de empatía de estos discursos oficiales, que no son sino ‘neblinas estampadas’ acompañados de leyes que están deformando al país hasta el punto de hacerlo irreconocible, con los que aún sufren y callan, está consumiendo todas las ilusiones. Y, lo que es más grave, la esperanza. Porque no es posible otro feliz año peor cuando se pierde la esperanza, pues como bien finaliza Alberti su poema, «las palabras entonces no sirven, son palabras».

Y es que la gente, a pesar de la manifiesta impunidad y de la necia hipocresía de los discursos, anda jodida, muy jodida.