Suelo leer el periódico con retraso. A veces con mucho retraso. Acumulo torres de papel que tienen algo de túmulo, de monumento funerario. Los textos periodísticos, desligados de sus referencias, salvados y asesinados por el tiempo, se convierten en solo palabras, y es entonces cuando revelan su verdad: sólo el lenguaje los sostiene, y sólo sostiene a aquellos cuyo lenguaje posee algún valor. Son entonces palabras sin red, una música que baila en el aire y deja algún perfume de verdad, de precisión, de ritmo, de contundencia, de ironía. O la nada, algo peor que el envoltorio del bocadillo a que se condenó siempre, desde el desprecio de la ignorancia, a los periódicos. El Juez Supremo de un escritor de periódico, sea redactor, cronista o periodista de opinión, es el tiempo. A veces, sin embargo, la realidad es tan sonora que uno supone que todo el mundo ha debido escribir y multiplicar lo que se ha leído tarde. Un informe del Tribunal de Cuentas que dice que no podemos pagarnos la Sanidad. Hay que suponer, también, que el Consejo de Gobierno habrá puesto ya en marcha su devolución al Estado. E iniciado un movimiento para que se sumen a ello otras regiones con déficit similar (casi todas). Hasta podríamos volver a operarnos donde nos diera la gana. Y ser casi españoles, otra vez, al menos para morirnos.