Hace poco los medios destacaban las declaraciones de Valcárcel alegrándose de la gestión política de las catástrofes de Lorca y manifestando como 'ejemplar' la gestión de los fondos europeos. Debería preguntar a los vecinos qué opinan. Podría comenzar por los que vivían en el edificio derribado en La Viña hace unos días (parece increíble que aún queden edificios en los que no se sabe qué va a ocurrir y se derriben treinta meses después). Podría seguir con los miles que siguen sin casa, viviendo con familiares o que se han tenido que marchar.

Quizás se sienta orgulloso de miles de estudiantes desplazados de sus institutos demolidos y que aún no han comenzado a reconstruirse.

Puede sentirse orgulloso de que el centro de salud o el complejo deportivo Europa siga cerrado, impidiendo que las piscinas y demás instalaciones puedan ser usadas. Podría explicarle su alegría a todos los que han visto retrasadas las ayudas concedidas porque la Administración regional ha ralentizado meses sus tramitaciones mientras invertía el dinero en necesidades más 'urgentes' políticamente.

Valcárcel no conoce la realidad porque no ha vuelto a darse un paseo por Lorca desde el día después de los terremotos en los que vino con las televisiones para inmortalizar el momento. El Ayuntamiento sí sabe cuáles son los problemas que aún quedan pendientes. Sería fácil que el alcalde explicara a sus colegas de partido de la Comunidad o a nivel nacional que Lorca necesita urgentemente soluciones.

En lugar de eso nos anuncian inversiones millonarias en rondas o en palacios de congresos que no son más que propaganda preelectoral para intentar generar amnesia colectiva que impida recordar que esas promesas ya fueron hechas hace dos legislaturas, y hace una. El programa electoral próximo es fácil: presentar el mismo de las dos últimas legislaturas porque no han cumplido nada de lo que prometieron.

Las catástrofes han sido la gota para poner de manifiesto una realidad peor: Lorca ha sido gobernada de manera nefasta por gobernantes que no tenían visión de futuro para analizar los verdaderos problemas y resolverlos. Se han gastado millones en obras sin sentido que pretendían alimentar el ego de los alcaldes de turno más preocupados en dar migas y arroz gratis para garantizar el voto. Las subvenciones se daban sin mirar a qué dependiendo del color político del que las recibía. Se traían los mejores espectáculos sin mirar el precio. El resultado ha sido una ciudad que se ha quedado atrás en infraestructuras ferroviarias y carreteras, a espaldas de los ciudadanos, colapsada por el tráfico y que se inunda en cuanto caen cuatro gotas.

Ahora, nuestro alcalde nos dice que estamos al borde de la quiebra y que no habrá ni para pagar a los funcionarios. Hay que devolver una enorme cantidad de dinero a constructores que lo dieron firmando convenios urbanísticos y que ahora reclaman porqué no se han ejecutado.

Nos dice que es culpa de la herencia y que se ha encontrado con el problema. Pero él estaba en la corporación municipal cuando se firmaron, de hecho ni siquiera votó en contra. Nos dice que ese dinero se utilizó para financiar obras faraónicas ejecutadas por los dos últimos alcaldes socialistas, pero nunca los denunció por malversación de fondos públicos. Todos recordamos las fuentes del Óvalo, pasarela Manterola o la remodelación de plazas como Colón o plaza de España; el despilfarro que supuso la renovación fallida de la calle Nogalte o López Gisbert, así como la absurda obra de entrada en San Antonio.

Unas veces han sido unos, otras los otros y siempre han contado con el silencio y la complicidad para mantenerse en los sillones. Así van a intentar seguir aunque sea a costa de acabar de arrasar la ciudad.

Sin duda, es tiempo de nuevas personas, nuevas estructuras y otra forma de hacer política.