El informe PISA nos desvela que España está más o menos donde estaba hace una década, es decir, en los últimos puestos en materia educativa. Según los resultados de esta evaluación realizada a escolares de 15 años, de 34 países examinados, España ocupa el 25 en Matemáticas, el 23 en Lectura y el 21 en Ciencias. En conjunto, el rendimiento académico de los estudiantes españoles no empeora, pero sigue igual de mal, porque España aparece de nuevo situada significativamente por debajo del promedio de la OCDE en las tres áreas examinadas.

Estos resultados tan penosos, tan vergonzosos, son el producto de diferentes causas. Uno de los problemas que perjudican claramente el nivel de nuestros jóvenes es el continuo cambio de leyes educativas que sufren. Durante la democracia, el sistema educativo ha estado regulado por ni más ni menos que ocho leyes: la LGE de 1970, la LOECE de 1980, la LODE de 1985, la LOGSE de 1990, la LOPEG de 1995, la LOCE de 2002, la LOE de 2006 y ahora la LOMCE de 2013. Es evidente que si no existe un acuerdo entre los distintos sectores de la educación y las leyes educativas se politizan, difícilmente se puede ofertar una educación coherente y de calidad, especialmente si cada comunidad autónoma puede realizar su propio currículo como le venga en gana y no se cuenta con la participación del profesorado.

Aparte de los políticos, lógicamente, también tienen responsabilidad los docentes. Hoy en día tenemos alumnos del siglo XXI y maestros del siglo XX. En muchos casos, los docentes no cuentan con una preparción adecuada para afrontar los retos educativos del futuro, ya que se olvidan de seguir formándose en temas relacionados con la educación, especialmente porque el sueldo tanto para los que poseen un curríulo brillante como para los que no, es el mismo. Además, los docentes han permitido la injerencia de políticos, padres, pedagogos y editoriales, quedando relegados a una función meramente asistencial en lugar de educadora.

Como los alumnos son menores de edad y no se les puede responsabilizar de su falta de interés, sacrificio, esfuerzo y gusto por el aprendizaje, otra parte importante de la responsabilidad en estos vergonzosos resultados la tienen los padres. Como ya hemos comprobado en distintos informes internacionales, los adultos españoles tampoco vamos muy sobrados de cultura y conocimientos.

Los resultados del informe PISA para adultos así lo demuestra. Tal vez por ello, los padres de hoy en día no le otorgan el valor que se merece a la educación ni a aquellos que la sustentan, que son los docentes. Para la sociedad en general, los profesores son una panda de vagos que tienen demasiados meses de vacaciones. Nada más. Como hoy en día las familias ya no representan el estatus de educadores de valores como lo eran antaño, los alumnos llegan a los centros sin ningún tipo de habilidades para aprender y, de ese modo, cerca del 40% de los alumnos repite en alguna ocasión a lo largo de la Educación Primaria y Secundaria Obligatoria sin que a los padres les importe lo más mínimo, porque social y laboralmente no se valora si uno tiene estudios o si no los tiene; cobra más un albañil de segunda que un médico de primera.

La educación en nuestro país es un desastre, pero no hay por qué alarmarse, porque está consonancia con lo que es el propio país. Cuando en una sociedad el programa cultural más visto es Sálvame y los "escritores" más vendidos son los que participan en dicho programa, lo demás está visto para sentencia.