Un norteamericano de apellido latino y ascendencia noruega es la penúltima y algo desesperada esperanza de quienes temen estar asistiendo a la agonía del periódico de papel (o de la prensa a secas). Se llama Jeff Bezos, fundó la librería virtual Amazon y acaba de comprar hace algunos meses el venerable The Washington Post, con la leyenda del Watergate incluida en el paquete.

Sobre Bezos caen las miradas de editores y lectores deseosos de saber si la entrada de un empresario virtual en el negocio del periodismo aportará alguna idea que redima de su caída a los diarios atrapados en la Red. Al fundador y jefe de Amazon, originalmente llamada Cadabra, se le piden habilidades de brujo capaz de pronunciar el abracadabra que devuelva su perdido esplendor a los periódicos.

Ni siquiera para un mago es fácil esa tarea. Se espera de Bezos que salve a la prensa, víctima de la enfermedad autoinmune que la obliga a competir consigo misma en Internet y de la cultura del gratis total que, a la vez, le impide rentabilizar su producto en esa comuna cibernética donde todo beneficio es pecado (salvo para las telefónicas).

A su favor, Bezos cuenta con el aval de haber salvado (por el momento) al libro de papel, aunque sea a costa de hundir a buena parte de las librerías de la competencia. La fórmula para lograrlo no tiene nada de mágica, sin embargo. Consiste en «ofrecer al cliente lo que desea», según cuentan los más directos colaboradores del mago en una biografía publicada este mes.

Ese viejo principio ya había sido aplicado por Amancio Ortega en Inditex, empresa que también está entrando ahora en el negocio virtual. Si bien se mira, la clave del éxito de Amazon, como la de Zara, es de orden logístico. En uno y otro caso se trata de atender a las preferencias del consumidor, crear una ágil estructura de distribución y apurar al mínimo el beneficio para maximizarlo gracias a la multitudinaria clientela que proporciona Internet. O las tiendas físicas, cuando están por todo el mundo.

El fundador y jefe de Amazon no ha hecho en realidad otra cosa que trasladar a la Red algo tan viejo „y tan habitual en el caso de los Estados Unidos„ como las ventas por correspondencia. En lugar del ya agonizante correo usa las redes cibernéticas, pero en esencia se trata de un negocio de lo más tradicional. Tanto, que empezó vendiendo libros y ahora ya despacha un poco de todo en sus almacenes virtuales: desde ropa y calzado hasta joyas, productos de belleza y utensilios de cocina.

Con la compra del Post, que es a la vez un periódico y un emblema, Bezos anuncia su propósito de ´experimentar´ a título personal en el declinante negocio de la prensa. No es lo mismo, claro está. Pocos productos hay más perecederos que un diario, cuya vida se agota cada día en el papel y a cada minuto que pasa en Internet. Difícil parece sacarle rendimiento a una mercancía de este carácter con la aplicación de la fórmula que tanto éxito ha dado a Amazon en el ramo de las ventas por vía cibernética.

Aun así, el mero hecho de que un patrono forjado en las empresas de garaje apueste por la resurrección del periódico está suscitando no pocas esperanzas entre los editores y trabajadores de este atribulado gremio. Si el antiguo jefe de Cadabra logra dar con la fórmula salvadora del abracadabra, hasta los periodistas „gente de natural escéptico„ empezarán a creer en los milagros. A ver qué se le ocurre a Bezos.