Ya se acabó, en el Partido Popular y en el Gobierno, lo de "nos hace buenos Zapatero". El otro día, viendo en un telediario la enésima vez que don Mariano Rajoy en sesión parlamentaria usaba ese mantra de argumentario desfasado en respuesta a la oposición se me metió una raspa de risa en el galillo mientras almorzaba.

La cómica seriedad a lo Buster Keaton de nuestro presidente, quien superó el bachiller con un aprobado raspadillo, consiguió en este profesor cansado transmitir un regocijo incontenible, más inconveniente, si cabe, que la náusea cuando está uno a medio tragar un bocado. "Salí de casa con la sonrisa puesta", recordando un estribillo de Tequila.

Por lo general, los más días es náusea y cabreo lo que suelen provocarme las discusiones entre Gobierno y oposición cuando las veo en la tele. En casa ya hemos decidido apagar la tele a la hora de comer y oír el Ángelus como antiguamente, ahora grabado con sonido sonorámico en un hit moderno.

Es curioso el efecto Gran Hermano que encierra el viejo caserón de la Carrera de San Jerónimo, sede parlamentaria, como usted saben, de nuestras Cortes democráticas. Allí, si no en clausura y apartamiento mundanal, sí durante unas horas transcurren nuestros diputados, ajenos a la brasa de la calle, a los oídos y lenguas de la opinión pública: y allí se embelesan en un diálogo interno, como si nadie los viera ni oyera, ni hubiese cámaras de televisión que graben.

Levantan el argumento del 'tú también, ladrón, lo eres' o del 'tú más, Mariano, que te pillo', como si el juego consistiera en obtener puntos en un concurso de retórica, en quién es capaz de acusar de más incompetente o ladino al otro. Creen, en el fondo, como los concursantes de Gran Hermano, que lo que hacen, dicen, callan, se queda de puertas adentro del Congreso. Piensan, tal vez, que la taquigrafía con que se reflejan las sesiones es solo un mecanismo para registrar con oficialidad el juego y que, al final de casa sesión, el presidente del Congreso, don Jesús Posada, la revisa y puntúa los meritos obtenidos en la descalificación del contrario. Son tan infantiles los diputados... No extrañe que algunos conserven lagunas y mares que arrastran de su bachillerato elemental. Si levantara la cabeza el padre de nuestro presidente del Congreso (quien fue alcalde franquista, hombre de orden y convencido de la seriedad del servicio a la política), y viera a su hijo hacer el papel de la Milá...

Pero el acabóse final para los populares lo está escribiendo estos días Luis Bárcenas, preso como Cervantes en una cárcel española. Veremos lo que pasa. Estaremos expectantes. Un editor tendría ahí, en la pluma del Cabrón, un éxito de ventas asegurado: mucha lana que escardar. Se avecinan tiempos de nominaciones y expulsiones en el PP, pero no estoy tan seguro de que nosotros los veamos.