Cuentan, dicen y publican por ahí que nuestra reina le ha puesto una querella de aquí te espero a la agencia de contactos Ashley & Madison, por utilizar su imagen en un fotomontaje publicitario, en clara actitud abrazadora, que, como también puede usarse como abrasadora, diremos pues abrazante, de un joven y terso torso desnudo. A mí, personalmente, me parecen una auténtica gentuza los que hacen estas irrespetuosas mamarrachadas, la verdad, y me da lo mismo que sea con la imagen de la reina como con la de la churrera de mi calle. Son vulgares buitres humanos desaprensivos. Deberían de cerrarles el lupanar y meterlos en la cárcel para que no puedan abrir otros. Para este tipo de miserables cualquier castigo me parece corto.

Lo cierto es que esta empresa de carroña se dedica a gestionar y facilitar adulterios. Así, como lo lee usted. Ni más, ni menos: adulterios. Y, aunque saben muy bien que con estas zafias prácticas publicitarias violan la ley y les caen enormes multazos, son costos calculados, y les trae a cuenta para los inmensos beneficios que, a cambio, sacan con ello. Y, en este caso, se da la desgraciada pero curiosa circunstancia que nuestro país es el que más practica el deporte de la infidelidad de toda Europa, y que tienen cerca de un millón de clientes tan solo que aquí, en España, y que para esta actividad, óiganme, aquí no hay crisis que valgaÉ

¡Vírgen santa y bendita! Nuestra muy religiosa & católica patria encuernándose los unos a los otros a calzón quitado, como malditos posesosÉ La tierra de la Santa Inquisición, de los Reyes Católicos, de las procesiones de Semana Santa, de Torquemada y de Rouco Valera, refocilándose como animales de bellota en el pecado del astaÉ sin hache, como Eva. A Dios rogando y con la coyunda engañandoÉ Bueno, pues esta agencia de Satanás, a fin de consolidar su pecaminoso éxito en nuestro beatífico solar, ya había encargado, en el 2.006 de nuestra era, un estudio preliminar de mercado cárnico humano a la firma Nordic Mist, arrojando que el 35% de las féminas y el 37% de los varones habían sido infieles a sus respectivos y respectivasÉ En román paladino, la tercera parte de los españoles casados son aficionados a los torosÉ Se chinchen los catalanúfeos.

Lo que hace que el mito de la casta Susana, digo hispana, la que cuando besaba es que besaba de verdad, se rompa en mil y un pedazos, como las noches de SherezadeÉ

Bien, pues tres años después de estas encuestas, profundizaron en el detalle de las mismas, y he aquí la escandalosa respuesta que se da en el caso de la de peineta y mantilla: resulta que el 47% de las adúlteras se gustan más a sí mismas que antes del múuugido. Que el 52% de las mismas tienen mucho más equilibrio psicológico que tenían en santo martirmonio. Que el 50% se consideran más bellas, más plenas y más vitales. Que el 45% cuidan más su aspecto y se preocupan más de su saludÉ Sin embargo, por la otra parte de las partes (pudendas), el 32% de los hombres engañadores se ven a sí mismos más viejos, el 40% se notan más cansados y agotados que antes, el 47% se sienten inseguros de sí mismos, y el 49% acusan un claro complejo de culpabilidad.

Mucho han cambiado las cosas en esta vieja piel de toro, tierra de machos ibéricos. Donde los gayos ya son gays. Donde los osbornes han sido desmontados de sus montes y los machos desmochados de sus muchosÉ polvos que al polvo han vuelto porque nunca polvos fueron, ya que las que se llevaron al huerto a los cantamañanas han muertoÉ de certera estocada en el cambio de almohada. ¡Ay verde que te quiero verde, y verde limón..!

Dicen y cuentan que se es infiel sin mirar a quien, por insatisfacción, por infelicidad, por aburrimiento, por hastío, por incapacidad en renovarse y necesidad de reinventarse, no séÉ Pero si el marido justificaba antaño sus aventuras extraconyugales echando la culpa a la esposa, 'que no le daba lo que necesitaba', ya saben, aquello de "no existe hombre insatisfecho sino mujer inexperta", y todo esoÉ ¿qué diremos, pues, ahora que las aguas devienen río arriba?.. Pues yo no sé lo que dirán los demás de mis congéneres de género, pero yo digo, amigo Cúchares, que las mansas por las que topanÉ ¡Ay, pena, penita, pena!.. ¡Ay nena, nenita, nena!