Con la muerte del líder socialista venezolano Hugo Chávez se actualizan sus medios, su populismo y sus procedimientos económicos que, aun siendo su país el mejor favorecido en reservas de petróleo, la economía venezolana navega entre lo imposible y el caos; la inflación es brutal y la moneda se tambalea en porcentajes irresistibles. Nada es seguro en lo que nos han contado de su enfermedad irreversible y su final; todo son dudas y éstas solo se justifican en una prevención familiar que garantice futuros de adeptos e incondicionales, bien por razones de sangre o de afinidad en lo político.

De estos líderes de izquierda -Hugo Chávez no es el único modelo- hay que quedarse con la palabra y su mensaje; el discurso utópico hacia la eliminación de la pobreza en sus pueblos. Sus seguidores le creyeron y ahora le lloran, le siguen envueltos en su bandera, pero eso no es suficiente para otorgar al modelo un crédito irreversible.

Gritar contra el imperialismo, contra el capitalismo, a favor de los más desfavorecidos es fácil, muy asequible a gentes como Cháves con grandes dosis de vocación teatral y esperpéntica. Lo peor de quienes deseamos un mundo mucho mejor en aquella inmensa geografía humana es que no podemos creer en el insulto, en la descomposición gubernamental a la hora de confirmar un Estado de Derecho inamovible en sus países. No nos vale la excusa de la lucha contra el hambre, contra el analfabetismo, contra la miseria y la pobreza, porque los actos de sus Gobiernos contradicen estos comportamientos límite con la utopía.

No es la primera vez, ni será la última, que quisiéramos creer en un líder de izquierdas en la América latina; somos la generación que colgaba la foto del Ché en nuestras habitaciones de estudiantes generosos, pero la experiencia nos indica que esa revolución natural en favor de los miserables es, en la práctica, imposible. La política de Chávez hay que tomarla con cuidado y prevención, insistiendo en las cien mil dudas que nos plantea su populismo.

Ahora la transición política a la vista en Venezuela no será fácil, los chavistas manejan el ademán del miedo, la cerrazón en la apertura de criterios más realistas, con mayor garantía para las inversiones extranjeras, entre ellas las numerosas españolas. Se ha abierto una incógnita y el síntoma del llanto y el fanatismo en la despedida, no es, precisamente, un buen presagio. No son tiempos de 'socialismo o muerte'. ¿O sí? Esa es la cuestión.