Llega hasta a mí un gran dato de esos que conmueve solo a los sensibles, que no cambia ni primas de riesgo ni aumenta la deuda, ni tiene que ver con el paro, o quizá sí. Que el desaliento laboral suele ser fértil para el caso del número que me llega. Me dicen que en la Región existe un censo claro de casi dos centenares de poetas; hombres y mujeres. Hacedores de palabras en permanente huida del adorno que nunca fue la poesía -ya lo canta el poeta-; creyentes en la fuerza de la palabra y el verso puestas a favor de las conciencias. Se sabe que el poder teme la revolución por la palabra, que le concede un valor extraordinario. Que desde todo tiempo, en toda confrontación incívica, se olvidan pronto los nombres de la milicia, pero siempre han quedado los de los poetas.

Me dicen que los y las poetas murcianos-as tienen un nido en Murcia donde habitar sus caricias vocales y consonantes, sus rimas o sus prosas, que allí se reúnen con la ansiedad de golondrinas que han de volver bajo el alero. Es un nidal con solera, el Café Zalacaín (el Zalaca, para la basca vieja), en la calle Enrique Villar, de Murcia, junto al novísimo Teatro Circo.

Allí hay lectura de versos, homenajes a poetas; lírica mención de los maestros. Por no andar muy lejos hace un par de días se anunciaba un recuerdo a la figura de Julián Andúgar, poeta de Santomera, callado forzadamente durante años, y puesto en valor en la Transición hasta su temprana muerte, sin que pereciera su obra que había sido editada, en acto de justicia, por la Editora Regional. Se habló del poeta y se recordaron sus poemas, faltó la intervención imprescindible de José María Galiana, cantautor que puso música y dio popularidad a Andúgar, rescatándolo del olvido. Intervino en el acto Santiago Delgado, conocedor del escritor.

Zalacaín es un lugar imprescindible, lo ha sido durante décadas; también para la música y el teatro, los artistas se acomodan en las sillas de tertulia; influido, naturalmente, por la proximidad de la Universidad; mucho más que un bar es un foco cultural de libertad de pensamiento, de comunicación entre los jóvenes estudiantes preocupados por la expresión artística; los asiduos hemos ido envejeciendo cambiando el alcohol por las infusiones que ayudan a reconciliar el alma y el sueño. En este nido de pájaros humanizados y hermosos, caben todas las tendencias, aunque se exige equilibrio y belleza; serenidad y tranquilidad de espíritu, bonanza de temperamento. Para escuchar la palabra, la gran protagonista.