Estratégicamente, cada cierto tiempo aunque la cadencia está reduciéndose a pasos agigantados, mi madre me pregunta intentando disimular: "¿Está la cosa tranquila, hijo?". Los conflictos le imponen. Con el asesinato de su padre en julio del ?? cuando apenas contaba trece años tuvo bastante, de modo que los hijos procuramos quitarle hierro a cualquier situación convulsa: "Tranquila del todo es imposible, mamá. No seríamos de este mundo". "Y eso que dijeron que iban a arreglar lo que había y a los únicos que se lo han arreglado es a ellos". Creo que, en cincuenta y tantos años, es la primera vez que le escucho un tono así, detrás del que llegó una sonora despedida: "Esperemos que nos nos quiten las pensiones porque, entonces, no sé cómo vamos a arreglárnosla". En eso andamos. Hasta Ana Mato busca ver de qué forma se las maravilla para no convertirse en cualquiera de nosotros y, por las fatiguitas que transmite, está teniendo tarea. El monotema son las apreturas, que lo condicionan todo.

Es verdad que corrupción siempre ha existido, desbarre, ausencia de sensibilidad en quienes más deberían desplegar, extravío ideológico, falta de referentes, líderes que no se sabe por qué se les denomina así, pero lo que socialmente envenena los sueños es la inestabitilidad. Todo un cuadro del que no podemos arrogarnos la exclusiva. Stefania Rossini acaba de sacar un libro en España que en Italia ha sido un pelotazo. El título no necesita subtítulo: 'Vivir cinco personas con ? euros al día'. Una fábrica para subsistencia en plan casero. Cuenta que con un poco de soja y unos limones -alrededor de ?,? euros- se saca de la manga tofu, unas galletas, un te y detergente; que, en lugar de suavizante, en la lavadora pone un vasito de vinagre y que objetos reciclados que caen a su alcance los transforma en manualidades divertidas que, a su vez, utiliza en el trueque con material escolar por ejemplo. En cuanto se enteren Montoro, De Guindosy la ceoé, nos suscriben.