Las últimas encuestas del CIS sobre el seguimiento identitario catalán reflejan un vuelco emocional que ha puesto en alerta a los sociólogos. Uno de ellos, Alberto Penadés, interpretaba no hace demasiado que aunque el extrañamiento de España superaba todavía en los encuestados a las preferencias por la separación es posible que, a la vista de los datos y su evolución, esto pueda cambiar en un futuro no demasiado lejano.

No resulta difícil tener en cuenta este tipo de previsiones. Hasta 2010 cerca de un 40% de encuestados manifestaba una identidad predominante catalana, mientras que no llegaban al 20% los que se sentían más españoles que catalanes o únicamente españoles. El mayor segmento lo ocupaban los que se pronunciaban en la misma medida catalanes y españoles. Dos años más tarde, en 2012, la primera de las opciones, la más catalanista, ha experimentado una subida del 10%, mientras la española ha bajado hasta un mínimo histórico. El vuelco está a punto de inclinar la balanza si es que no la inclinado ya.

Probablemente haya que preguntarse qué es lo que pueden hacer para buscar un acomodo de los sentimientos y los intereses de Cataluña y revertir esta tendencia emocional de los dos últimos años el Gobierno y el resto de los políticos españoles y catalanes dispuestos a defender una convivencia bajo el mismo techo. Por su última deriva ya conocemos, en cambio, de lo que son capaces los políticos nacionalistas en defensa de su estrategia personal o partidista.

Pero no tendríamos que preocuparnos por el futuro sin el papel que han jugado en esta evolución de la identidad la inmersión lingüistica, los planes educativos excluyentes de la lengua y la historia comunes, impulsados por la Generalitat. Y la burda propaganda utilizada por los nacionalistas para estigmatizar la idea centralista y borrar el sentimiento español. A ella han contribuido con su obediencia lanar los principales diarios catalanes, subvencionados por el Govern de turno para no informar de lo que está sucediendo y crear alarmas innecesarias sobre la clase política corrupta de un país petit venido a más en emociones y afrentas.