Vaya rachita en la que los jueces de todas partes han pasado a formar parte activa de la sociedad en la que viven. Aquel juez en su torre de marfil, apartado del mundanal ruido y de los pecados terrenales, con su traje negro, camisa blanca y corbata igualmente negra, afortunadamente pasó a la historia. Ya no hace falta ser tan espartano y sobrio en la vestimenta y, lo que es peor, muchas veces en su forma de pensar y de administrar justicia, para ser un buen juez. Yo diría justo lo contrario, que cuanto más lejos se esté de la realidad social, más difícil es administrar justicia, pues va dirigida a los seres humanos, con sus virtudes y defectos. La rigidez, los prejuicios y la falta de sensibilidad con los problemas ajenos son lo contrario a un buen juez.

Pero hete aquí que ya hemos llegado a un punto en que los jueces discuten incluso las leyes aprobadas por el Legislativo. Ya el Poder Judicial opina sobre otro de los poderes del Estado, y toma postura en contra de leyes que le parecen, por decirlo suavemente, poco justas. Me refiero a los desahucios, sobre los que algunas Juntas de Jueces de diversas Comunidades autónomas de nuestro país han decidido no ejecutar las órdenes de lanzamiento de las viviendas, de forma temporal. Incluso se reúnen a las puertas de los edificios judiciales para leer un manifiesto en que niegan su condición de meros contempladores de la vida social. Desean, por el contrario, poner de manifiesto que tienen su opinión y que lo que no ven bien van a decirlo en aras a una mejor justicia, más social, más rápida y, sobre todo, más humana. Expresan la opinión también sobre las tasas judiciales, sobre nuevas leyes€

Vamos, que si levantaran la cabeza aquellos jueces de negro riguroso que hasta después de poner una conferencia desde el juzgado con su novia preguntaban cuánto había costado para dejar su importe abonado en sellos del Estado, para no prevaricar, se quedarían mas blancos que sus camisas impolutas de cuello duro almidonado. Y si, encima, vieran que el Tribunal Constitucional dice que un contrato civil de relaciones personales y patrimoniales entre personas del mismo sexo puede existir y ser legal e incluso llamarse matrimonio€ A quién se le ocurre decir que la familia ya no es la tradicional de padres, hijos, tíos carnales y abuelos, y como mucho cuñados, sino que el concepto constitucional de familia es mucho más amplio, y engloba también a las parejas de hecho, a los nuevos matrimonios con su prole, y hasta a los homosexuales y las lesbianas. En cuanto al matrimonio como garantía constitucional, la sentencia dice que es una unión entre dos personas independientemente de su orientación sexual. Respecto al matrimonio como derecho constitucional afirma que el matrimonio entre personas del mismo sexo no es una limitación del derecho al matrimonio, sino que es una modificación de las condiciones del ejercicio de un derecho. Por último, en lo tocante a la adopción por matrimonios del mismo sexo, sostiene que no se produce una lesión del principio constitucional de proteger a la familia, puesto que esa lesión solo podría darse en caso de vulnerar el interés del menor, circunstancia que no ocurre.

Adaptación a una realidad social se llama todo esto.

Ah, se me olvidaba, hubo votos particulares de jueces de esa sentencia que no estaban de acuerdo€.