Síguenos en redes sociales:

Al paso

Sentimiento catalán

Hace unas semanas, una conocidísima contertulia y miembro de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) decía que no podía prohibírsele a una persona que se sintiera catalana. Y esa es una verdad más grande que un templo. Hay personas que se sienten catalanas igual que hay personas que se sienten gallegas, vascas, madrileñas, murcianas o españolas. Indagando por ahí, he leído incluso que existen casos de personas que dicen haber sido abducidas y que ahora se sienten extraterrestres. Del mismo modo, también hay gente que se siente feliz, gente que se siente desdichada, gente que se siente gorda, fea, rabiosa, indignada o gente que se siente superior a otros. Porque los sentimientos son así de caprichosos y tienen esas pequeñas cosas; son propios de cada individuo y nadie puede prohibirlos.

Sin embargo, una cosa es sentir y otra cosa distinta es ser. Hay gente que se siente baja y en realidad „comparada con la media„ es alta, y hay gente que se siente catalana y es española. Porque ser español, a fin de cuentas, puede ser un sentimiento „que es muy personal„, pero por encima de eso es una nacionalidad. Y ahí no hay confusión posible. Desde luego, puede que uno prefiriese tener nacionalidad catalana, y eso es respetable, pero hasta que Cataluña no sea una nación, eso es imposible. Sin embargo, y quizá por ese sentimiento catalán tan arraigado de algunos, se produce en este tipo de personas otro sentimiento incluso mayor que el de ser catalán, que es el de no ser español. Y eso es mucho más grave. De todos modos, a mí también me avergüenza en muchas ocasiones ser español, especialmente cuando compruebo la incultura generalizada de nuestra sociedad que nos conduce a esos separatismos tribales tan repulsivos. Y por eso tener que decir por el mundo adelante que ser español me escuece un poco, pero no me queda más remedio, porque lo soy. Pero yo no soy solo una cosa. Aparte de ser español, también soy gallego, y me siento plenamente identificado con la cultura propia de mi tierra gallega, que desde luego no es menor que la de algunas de esas Comunidades que reclaman políticamente su independencia. También soy europeo, aunque preferiría ser un egipcio adinerado en la época de los faraones. Y, además, soy humano y mamífero terrestre, aunque envidio a los delfines que se pasan todo el día tocándose las aletas en el agua. Es lo que soy, a nivel biológico o territorial, aunque a veces me sienta más o menos identificado con mi condición de europeo o de mamífero. Y como los sentimientos son así de caprichosos, seguramente muchos catalanes se sentirán también diferentes entre sí, ya que los catalanes de la aldea se sentirán diferentes a los catalanes de las ciudades, y los de la costa a los del campo, y los del campo a los de la montaña, con lo que podríamos llegar en algún momento a que cada individuo fuese una sola nación por sí misma.

A mí, sinceramente, el problema de la independencia de Cataluña me es indiferente. Creo, sinceramente, que reclamar la independencia para ser considerada una nación propia es un atraso y una estrategia política de caciques iluminados, pero cada cual es libre de elegir su propia forma de suicidio. Lo que ya no me da igual son las lecciones sobre los sentimientos. Y mucho menos dar a entender que los sentimientos justifican todo y deben ser reconocidos constitucionalmente. Así nacieron muchas formas de dictadura o de genocidio. Ahí está la Historia para echarle un vistazo.

Pulsa para ver más contenido para ti