Mengua el repertorio de las fotografías idiotas en que se ve envuelto el periodismo. Por falta de liquidez no se cultiva el género inaugural, que llenó de vacío y vanidad páginas de colocaciones de primera piedra, descubrimientos de placa y cortes de cinta de autoridades locales, regionales y nacionales (antes civiles y militares). A cambio, crecen el género ´cumbre´, la superproducción internacional, y el género ´encuentro´, local. En la víspera de cumbre, se mide la importancia por el número de periodistas que se concentran y el número de policías que se dispersan, dejando claro que la expectativa y la represión anteceden, coinciden y suceden a la inacción y sólo pueden dejar frustración. La foto tiene prefijado el formato, horizontal, porque se trata de gente agrupada que ha olvidado que no siempre es pertinente sonreír, aunque haya cámaras delante y el gesto salga de muy atrás. De ahí que tantos lectores y espectadores opinen desdeñosamente de la familia de la foto de familia.

El subgénero del encuentro precisa menos medios pero es muy rentable en páginas dedicadas, a poco que se trabajen bien los gestos, se acuda a abrir la puerta del coche al invitado o se le espere a pie firme y expresión seria en lo alto de la escalera. Es ridículo el apretón de manos, que se representa para las cámaras, incluso más de una vez, y que en televisión se ve como un juego de meneos de brazo algo infantil para personas mayores y trajeadas y también es irrisorio cuando detienen las diestras estrechadas „olvidando que las fracciones de segundo de la velocidad de obturación hacen ese trabajo„ y quedan paralizados y sonrientes ante las cámaras de televisión, también como en los viejos juegos infantiles de correr y parar o, como en los nuevos juguetes audiovisuales, el efecto de detener el tiempo pero sin que la imagen gire 360 grados alrededor de nada, efecto especial del que se encarga el texto.