Lo ya anunciado por el Gobierno de la nación, a través del ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro, y que ha causado revuelo en la economía española, no ha sido el ajuste en los recortes de gastos e inversiones a realizar por el Estado, si no la famosa amnistía fiscal. Ésta cuenta con un famoso gravamen especial del 10% y la exoneración de penalizaciones o sanciones para los contribuyentes que afloren el capital oculto.

Como dijo Jesucristo, «a quien te abofetee la mejilla derecha, ofrécele también la otra» (Mt 5, 39), y esto ha hecho el Gobierno ante la imposibilidad de recaudar más y de recortar los gastos actuales. Parece que el pueblo se ha puesto de acuerdo en decir que Mariano Rajoy se está riendo de los que cumplen con el fisco, argumentando que el presidente se ha vendido por los 2.500 millones de euros que espera recaudar con el decreto.

Pero no nos alejemos de la realidad; las cosas están como están, y aquí hay que sacar pecho ante la situación que está afrontando España, con una recesión económica en visas de incrementar y un déficit espantoso. Efectivamente, a todos los que ingresamos nuestros impuestos nos puede parecer vergonzoso o incluso denigrante que el Ejecutivo perdone a los defraudadores y ladrones de guante blanco con el fin de quedarse con un pedacito de este dinero negro que tienen en no se sabe donde.

El Estado va a permitir ahorrar ese 10% famoso, que podría ser de un 8% para las empresas que repatríen dividendos de filiales de paraísos fiscales; va a acceder a que Hacienda tenga localizado dicho dinero y a que tribute por las diferentes vías, así se perciben intereses o ganancias patrimoniales derivados de esa afloración de rentas. Tributarán en el Impuesto sobre la Renta de Personas Físicas (IRPF) por el 27% (a partir de 24.000 euros de intereses o ganancias), si es a través de sociedades, los rendimientos que se generen por la tenencia de dichas rentas también tributarán entre un 25% y un 30%. Es decir, los beneficios que se generen con esas rentas van a estar gravados y eso es lo realmente importante para el Estado, ya que un plazo de tres a cuatro años la recaudación será del 100% sobre los réditos que generen en 2012.

A su vez, la Agencia Tributaria va a tener un registro de defraudadores inmunizados a esta fecha, pero lo que no cabe duda de que podrá hacer uso a efectos de futuras investigaciones e inspecciones, ahorrando muchos esfuerzos en localizarlos.

Por eso hay que pensar en positivo; nos amargue más o menos, lo tendremos que aceptar. Pensemos que ese dinero recaudado pueda servir para reducir el déficit, para fomentar el empleo, para pagar los intereses de la deuda que tenemos, para lo que sea, pero que sea bueno. Porque como dijo Carlomagno: «La esperanza es el sueño de los que están despiertos». Vivimos de esperanzas y no de disgustos; por tanto, demos un voto de confianza a la amnistía fiscal, que para algo servirá.