El comisario europeo de Asuntos Económicos, el poderoso Olli Rehn (hablando de poder, resulta que comparte nombre con la novia de Popeye, que en su doblaje hispano atendía, según los episodios, por Oli, Olivia Olivo u Oliva Olivo) ha ordenado que el Gobierno español, para salir de la crisis, recorte 5.000 millones de euros más de los que quería Rajoy. De forma que de la extrema pobreza crezcamos adecuadamente hasta la más absoluta miseria.

Olli Rehn tuvo que enviar a un periódico español una ´carta al director´, la semana pasada, desmintiendo que él personalmente guardase cualquier animosidad hacia España. No es nada personal, sólo negocios. El problema era que desmentía algo de lo que no le habíamos acusado, fuera de cotillear en los pasillos de Bruselas sobre su excesiva rigidez. Con lo cual su excusa y su autoacusación iban en la misma misiva. Excusatio non petita, golfada manifiesta. Por lo visto, el comisario más duro, y sin embargo resbaladizo, a este lado de la cuenca del Ruhr le ha cogido costumbre a ser agente doble. No hace un mes que Olli tuvo que ´desmentir rotundamente´ (se le va la vida en desmentir: le sería menos trabajoso no dedicarse previamente a intoxicar) que el Gobierno de Rajoy hubiese inflado las previsiones de déficit de 2012 para poder apuntarse un tanto cuando el déficit fuese menor. El rumor había salido de su propia comisión, de «dos altos cargos que no quisieron identificarse», entre los que por lo probable estaría el propio Olli Rehn, el mayor genio de la información tóxica desde Kim Philby, alias ´el topo´.

El caso es que el presidente Rajoy dijo, al establecer el déficit español para 2012 en un 5,8% y no en el que le ordenaba la UE de 4,4%, que eso era «una decisión soberana de España». Pero por lo visto ya lo único que queda realmente soberano en España es la conocida marca de coñac andaluz, con aquel eslógan, «Soberano es cosa de hombres», en el que seguro debió pensar Rajoy al poner (como dice la conocida expresión tecnócrata) sus cojones encima de la mesa europea. Olli Rehn ha cortado la cuestión, y no sé si otra cosa, exigiéndole 5.000 millones de euros menos. Que se dice pronto, pero no tan pronto como para superar la velocidad en que los cobra aquí cualquier banquero prejubilado.