Primero fue la crisis financiera 2008, luego la crisis económica 2009, y ahora estamos asistiendo a una crisis de deuda 2011, donde los países europeos no encuentran la piedra filosofal de la solución. Tras la cumbre del Consejo del 9 diciembre, los padres de la patria europea piensan que la solución es hacer una eurozona de unión fiscal. Pero, paralelamente, asistimos a la creación de un nuevo orden económico y financiero internacional a causa de la pujanza de los países emergentes, como China, Brasil, India, que compiten con una aritmética salarial y de costes muy distinta a la nuestra.

De fondo, lo que nos encontramos es una guerra de monedas. China se resiste a revaluar el yuan. El gobernador del banco central y máximo regulador, Zhou Xiaochuan afirma que flexibilizará el tipo de cambio de su moneda, pero lo hará ´paso a paso´. Analistas internacionales han llegado a la conclusión de que esa moneda está un 40% por debajo de su valor real. En respuesta, EE UU inunda el planeta de dólares por medio de la compra de bonos del Tesoro a largo plazo, lo que contribuye a devaluar la moneda estadounidense, lo que favorece a sus propias exportaciones y estimula el crecimiento de la actividad económica.

Pero no sólo eso, China ha ido ganando cotas de poder aprovechando la debilidad de Europa y Estados Unidos. Por un lado, tiene en sus manos parte de la solución o, al menos la capacidad de ayudar a resolver la crisis de deuda soberana por lo que el Viejo Contienen no va a hacer nada por enfadar al gigante asiático, mientras que, por otro, le guste o no a EEUU, el Estado Chino tiene en su poder 1,2 billones de dólares en deuda estadounidense y le afecta la devaluación que está experimentando el dólar y que repercute en los rendimientos de sus bonos a largo plazo.

En resumen, China reduce artificialmente el valor de su moneda para ser más competitiva (aumentar las exportaciones), EEUU hace lo mismo, y la UE se queda pasmada viendo como la crisis de deuda hunde la confianza de los mercados en las finanzas públicas, sobre todo por la desconfianza en el crecimiento de las economías europeas.

Por otra parte los países industrializados ven que una de la formas de salir de la crisis es vía exportaciones, pues su consumo interno no despega. Para favorecer el comercio con el exterior tienen que controlar sus monedas y así debilitarlas para que sus productos sean más baratos en el extranjero. Los que seguimos los mercados periódicamente nos quedamos impresionados de lo que se mueve en el mercado de las divisas, ya que su volumen de contratación diaria supera en más de cinco veces al que se produce en Bolsa.

¿Qué dice el mercado? Actualmente los mercados apuestan por una depreciación del euro respecto al dólar. La realidad es que es necesario controlar el euro para que baje porque así será más fácil exportar.

La otra cara de la moneda será que la importación de petróleo saldrá más cara, pero si hacemos unos grandes números, vemos que importamos unos 50 millardos de euros sobre un total de 200 millardos de otras materias primas. Si el euro baja un 20%, el petróleo nos costará 10 millardos más (un 0,1% de PIB). Pero nos ahorraremos muchas importaciones que no se harán, ya que será más barato comprarlas aquí. De tal modo que si nuestras exportaciones aumentaran en un 20%, ganaremos más de 0,6% de PIB para nuestra economía.

Y si esto, es así, ¿por qué no baja el euro? La respuesta es el arraigado espíritu de los alemanes, orgullosos antaño de un marco fuerte, que les daba sensación de ricos cuando salían fuera. Contra los sentimientos es difícil luchar, y en Alemania parece que lo del euro fuerte forma parte casi de un sentimiento nacional.