Son tiempos de incertidumbre, de confusión, tiempos de inquietud. Pasa en diversos y distintos ámbitos donde la justicia tiene relación presencial. Los destapan algunos diarios o emisoras más o menos independientes porque en casi todas las televisiones casi todo es mentira o hipocresía. El problema es que la televisión genera credibilidad a pesar de su constante manipulación informativa. Pero aún así y, sobre todo, por nuestro instinto y sentido común, vamos de sorpresa en sorpresa. Pongamos algunos ejemplos.

El caso del juez Garzón es de estudio socio-político-democrático. Resulta que se le juzga por ordenar el seguimiento telefónico de unos imputados. De sus informaciones legales surgen algunas conversaciones con abogados, no imputados pero cómplices de ilegalidades resueltamente reprobables y probadas. Esos abogados del caso de las corruptelas que el juez trata de juzgar lo llevan a juicio ahora y, por lo que se sabe, pueden caerle años de inhabilitación a quien investiga y juzga. ¿Dónde está escrito que un juez no pueda buscar información, sea de donde sea, sobre un delito?

Pero Garzón no para ahí. El caso más grave es el que tiene pendiente sobre la Ley de Memoria Histórica. Basándose en ella y en su independencia judicial, puso en marcha un proceso de dignidad en relación con los asesinados y aún no enterrados republicanos de la Guerra Civil (incivil, la llamo yo). En este sentido, en ningún país democrático se le ha impedido a la justicia adoptar todas las cautelas y actividades legales para operar contra quienes tuviesen relación con las dictaduras por golpe de Estado o por genocidio evidente, hasta sus últimas consecuencias, y por la búsqueda de la verdad y la restitución del honor de los represaliados.

Pero como el genocida dijo,. en España «queda todo atado y bien atado». Y ni los asesinos de la dictadura fascista ni los que entonces gobernaban y tuvieron relación con casos punitivos han sido condenados. Pero esto no sería lo más vergonzoso para una democracia que se llama, así misma, de Derecho, porque tampoco se deja enterrar a los muertos con la dignidad que les ampara la democracia constitucional frente a los asesinatos del golpismo. Y ahora Garzón se ve también inmerso en juicio por rescatar del pasado esa dignidad y el juicio histórico que la política no desea después de aquella vergüenza nacional que supuso la Ley de Amnistía que, como el recién fallecido Fraga dijo, iniciaba un período de perdón de ambos bandos. ¿De qué bandos? ¿de qué reconciliación se habla? ¿no fueron acaso los golpistas los que incurrieron en crímenes contra la legalidad vigente, que era la republicana? ¿ya no hay en una guerra civil buenos y malos? ¿todos son iguales, los golpistas y los constitucionalistas? Y después de la guerra ¿quienes fueron los asesinos? ¿quiénes?

Momentos de confusión también, y muy grave, son los del sistema operativo judicial, como en el caso de la corrupción en Palma de Mallorca o Valencia, donde hay imputados presidentes de Comunidades autónomas. Ya verán cómo acaba todo. Ahora resulta que al de Valencia sólo se le juzga por los regalos que le hicieron, como si allí no hubiese pasado nada. Y veremos en qué queda el ambicioso yerno del Rey y su esposa, la princesa, en el caso de Palma. ¿Por qué no les quitan a ambos, y ya, de la foto institucional? ¿por qué dejarlos a estas alturas con el título nobiliario? ¿tiene el pueblo español que soportar tanto latrocinio?

Alguna vez he dicho que creo en la justicia como utopía, pero no en la aplicación de todos los procedimientos judiciales, y eso a pesar de que conozco a jueces justos, que deben estar asombrados también de lo que en este país, desdibujado y referente del amiguismo judicial, está pasando.

Y ahora viene la derecha, a la que le gusta tanto la llamada telefónica en auxilio del amigo o el militante. Y ya verán cómo queda el Tribunal Supremo y el Consejo del Poder Judicial cuando ´rellenen´ de cargos los que durante el anterior Gobierno socialista no se ocuparon. Ya verán en lo que queda el salvoconducto del amparo judicial, la interpretación de las leyes y las nuevas que se promulgarán desde la mayoría congresual.

Estaremos al tanto, aunque no sirve nada más que para la queja y la denuncia, porque este país, anestesiado de espíritu crítico y libertad de expresión, parece haberse olvidado de que siempre, y pese a quien pese, aunque la ley es dura, pero es ley (dura lex, sed lex), sin embargo, sobre todas las cosas, la ley es para todos igual y se deben perseguir los delitos que nunca prescriben como el genocidio y sus actores, para devolver la dignidad de los hombres y mujeres asesinados por defender la legalidad constitucional de aquella República, exterminada por las armas de unos militares golpistas y sin honor.

Y las vergüenzas de la corrupción deben ser castigadas vengan de donde vengan, sean por trajes, por comisiones dinerarias o por familiares de la Familia Real.