Nadie sabe bien lo que es. Es el fantasma codicioso que recorre el mundo, que se filtra como un demonio en la ´dictadura del miedo´ de esta crisis sin fondo, mientras las familias hacen sus números que nunca llegan a final de mes, mientras los parados pasan el tiempo impotentemente desesperados. Y es que hay tanto padecimiento que cada noche vemos en los contenedores a personas buscando algo que reciclar, que vender, tal vez que comer. Pero nadie sabe lo que es la prima de riesgo. Ese maleficio envuelto en un lenguaje clínico-financiero, de quirófano económico, donde te meten el terror en las tripas.

Puede que vengan a salvar la prima de riesgo, si supera demasiado la paciencia de Alemania (ahora es una guerra economicista, de cocina técnica); pero el rescate es deber más, ahogarte más, hundirte más en el miedo de ruptura económica con el euro. Te quitan y te venden, y si deciden echar una mano, es para ponerte el collar en el cuello y llevarte, como a un pobre perro, a un paseo mediático, junto a otros perros malos que han dejado de ser presidentes de Gobiernos demócratas porque no hicieron bien los deberes que diseñan las agencias de calificación de los mercaderes.

Dicen que la solución a esta crisis de papeles, fichas y miserias humanas, de parados y hambre, es política. Y vienen a decirlo los que sirven al capitalismo sin alma, que son todos los que hay en Europa y en aquellos Estados Unidos que inventaron el sistema en Wal Street, ahora custodiado por la Policía para que no se llene de mocosos que lo que quieren es acabar con el sistema desde que los indignados españoles enseñaron a combatir esta democracia ya quebrada en su soberanía popular. Pero esos mercaderes son los que han acabado con la política y con los gobernantes elegidos por el pueblo.

Nadie sabe leer el Ibex 35, que no es sino la Bolsa de Madrid, aunque sabemos que baja cada día un punto o punto y medio. Ahora resulta que las escalas de la cirugía economicista, tanto las de Moody´s como las del Ibex, como los diferenciales de la prima de riesgo son lo que nos dará de comer el mes que viene. Dios, cuánta locura en un tiempo donde los pequeños quijotes del 15M se baten contra estos molinos que no son molinos sino gigantes de dólar y del euro. Y es que vivimos entre siglas, números y bonos del Estado a un interés tan alto (7%) y en un plazo tan corto (diez años) que ahora empieza lo peor, porque la crisis, que no es sino la espera de los especuladores para comprar en subasta los presupuestos de los Estados, depende de la prima de riesgo.

Nadie sabe bien lo que es, pero hoy ya no es primavera aunque hay elecciones al Congreso de los Diputados y al inútil Senado, que sólo sirve para repasar de ortografía a las leyes. Y seguirán con su meditación, en esa jerga tan tecnocrática, que la política ya no es el arte de la palabra ni siquiera la afectividad social de unos presupuestos, sino los recortes en la educación y en la sanidad, reducir la prima de riesgo para apalancar el Ibex, dejando que esos niños con dos carreras griten por las calles de las grandes ciudades aquel lema tan hermoso de «si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir».

Pero ellos, gobernantes, banqueros y especuladores estarán a salvo en sus sillones de cuero, mientras nosotros les llenamos las urnas de nuestro miedo, de nuestra hipoteca, de nuestro salario, de nuestra miserable ración de comida pensionada. Por eso hay que votar hoy que es 20N, porque estas elecciones sí que son políticas, de aquella política de los sueños casi rotos, de la que nos llevó a esta crisis porque creíamos en aquella democracia soberana frente al capitalismo salvaje ahora ya con rostro humano y agencias siniestras de calificación. Porque la confianza de ellos no es la nuestra, hay que votar y botarlos.

Nunca unas elecciones en este país fueron tan extremadamente serias. Ya no vale abstenerse mientras la gente busca en los contenedores, no vale votar en blanco como si esto no fuera con nosotros. Hay que votar, llenar las urnas de la gente en la que se pueda confiar, y volver a soñar hasta quedarnos afónicos. Y entonces, sólo entonces, ellos, los del dinero, los tecnócratas sin alma que saben tanto de la prima de riesgo, tendrán, si todo sale como nosotros queremos, una voz clara y limpia, de confianza, en el Congreso de los Diputados, nuestra voz. Y si es así, votando, continuaremos mañana la segunda batalla contra este sufrimiento y este fantasma de la prima de riesgo, contra la ´dictadura del miedo´.