No quería volver a hacerlo. Es como si me persiguiese de un lado a otro. Enciendo mi ordenador, abro mi cuenta de twitter, reviso mi correo electrónico y visito mis páginas webs de rutina y aparece en todas partes. Con una sonrisa de gesto imprudente, casi ordinario, se burla de mí como lo hace de las Bolsas. Sí, hablo de la prima de riesgo; ese parámetro económico que parece se ha convertido en el único instrumento de medida válido para medir el estado de las cosas. En breve en las plazas de abastos la empezaremos a comprar por cuarto y mitad o docena y media. Sin llegar a esta forma de medir cantidades tan familiar, sí hay que recordar la importancia que ésta tiene por su enorme repercusión en la macroeconomía y en la economía doméstica; ésa que afecta al común de los españoles ajenos al mundo de las finanzas, los mercados de capitales y los efectos ‘double dip’.

En cualquier caso la crisis se fraguó con una profunda alteración política -sostengo firmemente que el modelo de Estado es parte del agente causal- continuó con un modelo económico caduco, insostenible, con vistas al corto plazo, poco innovador, nada competitivo, financiado a base de créditos con exceso de laxitud y falta de control para continuar con un disparatadísimo gasto público en plena caída que nos ha acelerado hasta el actual nivel del pozo -puede que aún no hayamos tocado fondo-.

Sin entrar en grandes análisis, culpar a Rodríguez Zapatero del cambio de ciclo mundial sería una falacia. El Gobierno que él preside sí es responsable directo de la pésima gestión del problema. Aunque no es el único. Debemos recordar que las comunidades autónomas gestionan más de la mitad del presupuesto que se maneja en el Estado español. Si partimos de que dicho presupuesto se construye sobre la base de un crecimiento irreal -también irrisorio- y las autonomías hasta mayo del año anterior habían excedido sus desembolsos -entiéndase como dinero del contribuyente, por supuesto- muy por encima de sus posibilidades reales atendiendo a la recaudación, no es de extrañar que esto se haya convertido en una bomba difícil de desprogramar. Tres han sido los grandes errores del Gobierno: negar la crisis durante casi dos años, eliminar el techo de gasto autonómico para garantizar el equilibrio presupuestario y dilapidar un superávit en proyectos a ninguna parte como los dos planes E, el cheque-bebé, los famosos 400 euros además de un sinfín de subvenciones y derroches superfluos -encriptados, por supuesto, entre recovecos administrativos sólo conocidos por unos privilegiados de los partidos-. La Administración -la parte del PP incluida- ha sido de mínima eficiencia.

Entretanto, otros países de nuestro entorno comenzaron sus reajustes internos. En el caso de Schröder le costó unas elecciones, pero éste sabía que de lo contrario el electorado no perdonaría en muchas décadas a los socialistas alemanes el precio de no hacerlas. En España, nuestra memoria más que selectiva se acuerda exclusivamente de los días -apuremos a meses- previos a los comicios. Sin embargo, en esta ocasión la actualidad política y económica está adoptando un alto grado de incertidumbre casi similar a la de aquel 11 de marzo de 2004. En palabras de Zapatero: la incertidumbre en política en un valor añadido.

El actual Ejecutivo es presa de su propio juego. Ha tejido una tela de araña en torno a sí mismo que ya no es posible desenmarañar. El tiempo juega en su contra. La hoja de ruta de Rubalcaba y su presidente marioneta no puede asumir el coste político de la contundencia que la Unión Europea le reclama. Además, los socios nacionalistas saben que en menos de dos meses de actividad parlamentaria no van a conseguir grandes prebendas y aunque sólo sea por un impulso de su egoísmo mezquino les interesa coquetear con la barriga del próximo gobernante a parasitar. Indudablemente, dicho festín sólo será posible en ausencia de mayorías absolutas.

Mientras, la prima sigue devorando hasta el seto del jardín de La Moncloa -algunos incluso afirman haber visto a los leones del Congreso correr rugiendo despavoridos por la Carrera de San Jerónimo- el candidato prepara ya su menú de finales de verano. La receta del plato principal consiste en unas masas bien agitadas, maceradas durante dos meses y medio al sol y bien zarandeadas para que no pierdan ni textura, ni propiedades. Seguidamente, se aumenta la crispación provocando la separación del sistema multifásico para enfrentarlas nuevamente y a destiempo, para guardar en la nevera bien frío. Dicho de otro modo; Rubalcaba -que ya no es ministro de facto y ostenta el rango de líder y presidente in pectore- quiere controlar todo. En plena tormenta de deuda soberana -la peor de la democracia-, y al borde del cataclismo político la única salida de un talante así es aumentar la presión de la olla para que explote. El desalojo de parte del movimiento del 15 M -yo me considero un indignado desde hace años y no he pisado Sol- se ha justificado con la legalidad y el civismo de la ocupación de los espacios públicos.

Desde los sectores más radicales de la izquierda se está aprovechando para justificar la inoperancia de meses con la celebración de las Jornadas Mundiales de la Juventud que contará con la visita del Papa. De este modo se polariza aún más la sociedad con las rencillas clásicas fuertemente estereo­tipadas y falsas: católicos, fascistas, votantes de la derecha, enemigos de lo social frente a todo un grupo heterogéneo y diverso de la izquierda que vela por los intereses del trabajador víctima del capitalismo voraz. Consignas parecidas a las de Zapatero en Rodiezmo que este año, no sé si por decencia, no visitará.

En este clima de convulsión de agosto empiezo a pensar que en uno de los próximos consejos de ministros del día 19 ó 26 se podría anunciar un adelanto a octubre de las elecciones generales. España no resistirá tres meses con esta frágil estructura de pactos parlamentarios los envites de los mercados que nos perciben como un país de motor engarrotado. No obstante, analizando el currículum vitae del candidato, existe un camino tenebroso que implica descender a las catacumbas y escapar por una puerta de goznes chirriantes. Este no es otro que la de la resistencia a cualquier precio en el convencimiento de un rescate imposible dado el volumen y peso de la economía española Intentará tender falsamente la mano a un movimiento, el del 15-M, sin organización clara pero con descontento generalizado. Se darán pasos tímidos con guiños hacia sus peticiones; algunas reclamadas por amplios sectores de masas encefálicas no alienadas. La traba está en que carecen de un ‘modus operandi’ y ahí reside su principal flaqueza que las hace diluirse.

La reflexión que todo español medianamente instruido puede fácilmente abstraer es que el presente es como una ratonera y no de Agatha Christie precisamente. Se trata de un agujero ciego y la única entrada está custodiada por unas mandíbulas ansiosas por quebrar huesos. ¿Qué sería lo lógico? Un amplio cambio de planteamientos políticos en los dos grandes partidos, un futuro Gobierno fuerte que estableciese un plan de choque inmediato con unos pactos económicos serios, consensuados y acatados por todos -so pena de oprobio- y un proceso constituyente posterior donde el actual sistema se revisara profundamente desmantelando gran parte del andamiaje actual. Por supuesto, soy muy consciente de mi condición de soñador despierto ya que lo que nos conviene no agrada al establishment, para nada dispuesto a renunciar a su estatus de levitación con respecto a una sociedad cada vez más exigua. Ya han comenzado blindando la ley electoral a hurtadillas. Del plus ultra al todo atado y bien atado. ¡Señores, involucionamos! ¿Hasta cuándo aguantaremos?