El reconocimiento galo de las corridas de toros como patrimonio cultural en algunas partes del sur de Francia se usa para criticar las maniobras contra la tauromaquia en algunas ciudades españolas. España tiene una larga tradición taurina y una tradición antitaurina que también es larga.

España es conocida mundialmente por los toreros pero sólo porque los antitaurinos no dan espectáculo a hora y lugar fijo ni visten de manera tan llamativa. Hay en los taurinos un afán de imponer tan grande como en los antitaurinos de prohibir. Jovellanos, muerto hace dos siglos, no era partidario de llamar a los toros «la fiesta nacional» porque su implantación era desigual en España. Hoy también.

El pitón taurino atraviesa transversalmente la sociedad española. Hay taurinos de izquierda y de derecha, del norte y del sur, ateos y católicos, filósofos y analfabetos. Si no tienes la opinión decidida y la ética y la estética te hacen dudar no podrás resolverlo porque en calidad retórica hay alegatos a favor del arte de Cúchares tan bien urdidos como las refutaciones a esta fiesta sangrienta. Para los no combatientes el ferial debate de los toros es una pesadez sólo superada por la interminable cháchara de género.

Pero los toros ya no pesan lo que pesaban en España. Si tuviéramos colonias, no las perderíamos volviendo de los toros. Hoy, el estado del bienestar, los depósitos bancarios, el puesto de trabajo y el préstamo hipotecario se pueden perder en esta sucesión de partidos entre el Barça y el Real Madrid contra la que nadie dirá nada porque está universalmente aceptado que el fútbol es exclusivamente benéfico, es unánime que hay que vivirlo apasionadamente y preceptivo disfrutarlo en toda ocasión y en cualquiera de sus formatos constantes, desde hora y media antes de que empiece el partido hasta hora y media después de que termine los domingos y competiciones de guardar.