Algo pasa en Murcia. Porque el letargo ciudadano se espabila cuando irrumpen claras injusticias, cuando las cosas se hacen mal y van contra los intereses colectivos, sean culturales, de costumbres tradicionales o de intereses económicos o sociales. Entonces, salta la chipa y despierta a los ciudadanos que, en organizaciones populares, inician acciones sociales en convocatorias que, en algunos casos, reúnen hasta 15.000 personas. Algo pasa.

En los últimos tiempos, el primer estallido de conciencia socio-cultural vino por el intento de ocultar a la ciudadanía la importancia arqueológica de San Esteban, donde se quería hacer un aparcamiento. En este sentido, hace pocos días la medida de rebajar el salario de los empleados públicos de sanidad y educación constituyó un hito histórico de movilización en la Región. A través de una convocatoria por telefonía móvil y mensajes de correo electrónico, se adelantó lo que pudiera acabar en una huelga general en la región, esta vez con la ayuda inestimable de los sindicatos.

Lo último en movilización popular organizada, con el apoyo de la asociación de vecinos, ha sido el intento en La Alberca de quitar, de su ubicación actual, el mercadillo semanal de los lunes. Este modelo de desarraigo tradicional, tomado por el ayuntamiento de Murcia, ha arrancado de sus lugares de origen los mercados de Santiago el Mayor, Santa María de Gracia y Churra. Ahora se pretende extender la idea a los de El Palmar, Casillas, Los Garres y La Alberca. La excusa es la de seguridad y fácil accesibilidad. Totalmente falso, al menos, en el caso de La Alberca.

En La Alberca, la apuesta municipal ha quebrado la armonía de los comerciantes de los puestos de dicho mercado, quienes consideran que es mejor no trasladarlo y, sobre todo, los que viven de los puestos de la plaza de abastos así como de las pequeñas tiendas y negocios cercanos a La Rambla donde el mercado es epicentro de compras y ventas, de lo que debe ser un pueblo en el que estos pequeños negocios le sacan también adelante. El lugar es céntrico y se suma, a lo que decimos, la vida social que se produce.

Algo se llevan entre manos los que tienen tanto interés en estos alejamientos producidos por cambios tan impertinentes como políticamente tercos. Por eso, y en protesta, ya han comenzado las movilizaciones de firmas y La Alberca arrancará pronto con esa presencia personal de acciones activas contra el intento, en este caso, de la mala ´ocurrencia´ municipal. La caja de todos los comercios del área, incluida la de los vendedores ambulantes del mercado, se verá mermada considerablemente. Mal asunto para los tiempos que corren sobre estos pequeños negocios, tanto para ellos como para la plaza.

Si la aventura del trueque de estancia del mercado tiene que ver con los intereses de otros terceros negocios donde se pudiera ubicar, pronto lo sabremos. Pero el rescate de unos en detrimento de otros no es lo más adecuado para la paz social, para cumplir con una tradición que hace del lugar actual (compensado además por los servicios, aseos y bares de la plaza) el mejor por su situación estratégica y por su relación social de buena convivencia y armonía de los que trabajan en o cerca del mercado, así como de los cientos de personas que lo visita. De salir adelante el desaguisado podría ser para la misma plaza un golpe definitivo.

Pero algo pasa en Murcia, y ahora en La Alberca, que, pareciendo dormida, despierta cuando la injusticia (en forma de acuerdo municipal, de oscura idea o de vaya usted a saber qué intereses) hace su presencia. Porque los ciudadanos de Murcia, ni los de su Región, como ya hemos visto, no están dormidos, sino que lo parece, y sabiendo que ya están en marcha miles de firmas contra la nueva disposición oficial, quedamos atentos a la futura acción social. Y desde luego, esto no pasaría si los vecinos de La Alberca fuesen independientes que es tanto como decir que tuviesen ayuntamiento propio, cosa muy deseable y necesaria.