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El nidal del gran pájaro

Aunque Sánchez Ferlosio hable de la pereza que le produce la novela, él debe su nombradía al género. Sin el virtuosismo milagroso de Alfanhui, Ferlosio sería un gran bloguero 'avant la lettre'. Una novela es un coñazo, escribirla y a veces leerla, pero el asunto está en eso, pues sólo lo que nos cansa y saca los jugos deja un rastro, que imprime carácter: vale para saberse y para asentar la huella. En la huella de Alfanhui, o de El Jarama, metido en ella aunque le hastíe, vive Ferlosio desde que la tallara, y desde ese nido el gran pájaro pontifica, devasta, derriba ídolos, con una prosa inmisericorde, aparatosa y muy urdida, por la que hay que restregarse, y que se impone al cerebro por su propio peso, por su voluntad de consistencia. Eso la lastra para alzar vuelo, en el sentido de la ligereza literaria, de la levitación del arte, de la rosa. Un cardo, aunque sabroso, es otra cosa.

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