La Opinión de Murcia

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La cápsula del tiempo

Calblanque, pequeño paraíso

Calblanque. Loreto López

Hoy volvemos al mar, es lo mejor en estas fechas, introduciéndonos en el fascinante Parque Regional de Calblanque (al que se suman el Monte de las Cenizas y la Peña del Águila, otros dos enclaves para disfrutar de nuestra naturaleza), la elección de Mariano Alegría para la Cápsula.

Pocos serán los paisanos que no hayan visitado la zona, con el objetivo prioritario de darse un buen baño en ese Mediterráneo límpido y azul, tras haber disfrutado de un buen paseo por la suave arena de su orilla; quizás algunos menos conocen la naturaleza del entorno, con algunas especies vegetales y animales endémicas, o el hábitat humano casi desaparecido.

En ese espacio de apariencia árida conviven multitud de plantas, para cuya identificación se ha trazado una Senda Botánica que recorre el Arboretum, camino entre las distintas especies arbóreas más significativas del Parque, entre las que destaca la sabina mora o ciprés de Cartagena, junto a otras especies más comunes como el pino carrasco, el acebuche u olivo silvestre y el palmito. Bajo ellas las plantas aromáticas y ya aproximándonos a los saladares y la orilla del mar, los arbustos característicos de esos suelos.

Continuando en tierra, lo más interesante desde el punto de vista natural, además de las formaciones geológicas y dunas fósiles, puede que sean las Salinas del Rasall y el saladar que lo rodea, en el sector oriental del parque. Es el lugar donde poder observar gran número de aves marinas y acuáticas, hasta 34 especies distintas, entre las que se encuentran la singular gaviota de audouin y el elegante flamenco. Pero es sin duda la presencia del fartet, un pequeño pez en peligro de extinción, quien a pesar de su prácticamente nula visibilidad, hace imprescindible la conservación de este enclave.

Estas salinas, inicialmente lagunas salobres donde se embalsaba el agua de la Rambla de Cobatillas, fueron acondicionadas con el desvío de la rambla a principios del siglo XX para el cultivo de la sal con agua marina, bombeada desde un pozo excavado en la duna fósil. En 1991 quedaron abandonadas, lo que supuso su desecación y una pérdida de las condiciones necesarias para la vida de algunas de las especies, pero en la actualidad están siendo objeto de estudio para su reactivación; de hecho, en 2018, un grupo de voluntarios de la Asociación Calblanque realizó una cosecha simbólica de flor de sal en ellas y consiguió un segundo puesto en un concurso nacional, lo que augura un buen futuro para una explotación sostenible, reducida y controlada.

En los últimos años, se ha hablado con frecuencia del avistamiento cercano a esta costa de rorcuales, la segunda ballena en tamaño del mundo, doy fe de ello tras mi experiencia de hace tres años cuando, navegando hacia el sur en nuestro velero, un ejemplar emergió a escaso medio metro, un momento mágico e indescriptible que dificilmente se volverá a repetir. No ha sido la primera vez que entre Cabo de Palos y Portmán algunos delfines han jugado en la proa de nuestro barco, igualmente emocionante, o he visto el espectacular salto de un pez espada o la silueta arcaica de un pez luna cerca de la superficie.

La riqueza subacuática de este enclave es realmente extraordinaria, los submarinistas que la disfrutan en sus inmersiones lo saben bien. La vida bulle bajo las aguas desde las proximidades de Portmán hasta las islas Hormigas y Cabo de Palos, donde confluyen las corrientes marinas que bordean el Mediterráneo: la corriente del Atlántico que asciende desde el Estrecho y las que llegan desde el interior de nuestro mar; algo importantísimo y casi desconocido para la mayoría.

Todo este ecosistema podría verse gravemente afectado en el caso de que el proyecto del puerto de contenedores de El Gorguel fuese una desafortunada realidad. Las consecuencias son previsibles, tal como apuntan los técnicos del Instituto Español de Oceanografía, haciendo que los intentos de recuperación de la bahía de Portman, otro de los grandes desastres ecológicos de nuestra costa, tampoco hayan servido absolutamente de nada.

Por último, recomendar una buena excursión para una tarde de verano o una mañana de invierno. El acceso al extremo del parque más cercano a Cabo de Palos a través del sendero que parte de Cala Reona, la conocida como senda Geominera de Calblanque, disfrutando de un paisaje maravilloso de calas (Cocón, Dorada, Magre y Arturo) entre dunas fósiles y acantilados y restos del pasado minero, con parada obligada en el mirador de Punta Negra, antiguo reflector militar que daba servicio a la batería de costa del Monte de las Cenizas, desde donde disfrutar del panorama de esta maravillosa costa y, con un poco de suerte, otear el paso de alguna ballena o de una manada de delfines en el horizonte.

Que disfruten del paseo.

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