Hay que reconocer que, turísticamente hablando, el rincón insólito de la semana no posee un emblema predominante; en cambio, Las Torres de Cotillas, poco a poco, industria a industria, se está convirtiendo en uno de los polos industriales más importantes de la Región de Murcia.

Como acierta en señalar su alcalde, Francisco Jesús López, «muchos descubren en nuestro municipio un entorno natural para disfrutar con la familia».

Su apuesta por generar empleo es más que evidente, y ello, tarde o temprano, tendrá que repercutir en conseguir una ciudad mucho más atractiva turísticamente para el visitante.

Dicen que Las Torres de Cotillas alberga tres municipios en uno: su fantástica huerta junto al río Segura, la propia ciudad, y sus urbanizaciones, donde alguna de ellas es un auténtico vergel al que muchos murcianos de la capital trasladaron allí su residencia habitual. Aunque yo introduciría un cuarto, y es que este municipio, en sus fiestas patronales, segunda quincena de agosto, se convierte en una auténtica locura, y es que pocos municipios consiguen hacer suya aquella famosa letra de Joan Manuel Serrat: «Vamos subiendo la cuesta, que arriba mi calle se vistió de fiesta».

Sin duda, la mejor manera de conocer Las Torres de Cotillas es pateándose sus sendas y caminos en la huerta, donde miles de casas de campo y chalets se entremezclan con campos de lechugas y limoneros. El caos reina en esta zona, y aquí radica quizás su mayor encanto. No existe apenas señalización, lo mismo te encuentras a tu derecha un campo verde recién plantado, que una casa con diez caídas de agua junto a una habitación de aperos medio derruida. Sin duda, pasear por aquí, por la orilla del río Segura, es una maravillosa caja de sorpresas.

En primavera, es un placer para el sentido del olfato recorrer este rincón: granados, limoneros, naranjos..., embisten con sus olores a borbotones, mientras que los rosales, jazmines y las damas de noche te envían recuerdos en cualquier esquina cuando menos te lo esperas.

El Ayuntamiento emerge en medio de la ciudad como símbolo de modernidad, y es que la Casa Consistorial nueva, ha conseguido convertirse en el eje vertebrador de la vida; rodeada de grandes supermercados, la vida fluye continuamente.

El Ayuntamiento emerge en medio de la ciudad como símbolo de modernidad.

Una ciudad que consigue, como tantas otras, combinar ciudadanos de varias nacionalidades, adaptándose y conviviendo palmo a palmo. Y es que, Las Torres de Cotillas se está convirtiendo en una ciudad abierta y tolerante.

Las Torres es una ciudad abierta y tolerante

La gastronomía a pie de río

La gran joya turística de la corona la encontramos en el placer de sus rincones gastronómicos. En esta ciudad es fácil disfrutar de las tradiciones culinarias de la huerta murciana, igual que en cualquier otro rincón de la Vega murciana.

Aquí vienen cientos de molinenses, murcianos y de otros municipios; llegados a pie, en coche o dando un paseo en bicicleta, los merenderos y bares de Las Torres de Cotillas llenan sus mesas con gente que busca tomarse un aperitivo o comer bajo la sombra de un árbol.

En primavera, es un placer para el sentido del olfato recorrer este rincón

Los Limoneros, en La Loma, donde por cierto se sirven los litros de cerveza más frescos de la Vega Media, es desde hace un tiempo un referente para miles de personas que buscan un lugar sencillo y sin pretensiones culinarias para pasar un rato algo más que agradable. Una lástima, lógico por otra parte, que abra sus puertas principalmente a mediodía; y es que contar con una clientela tan fiel y leal es difícil, no admite reservas, así que si quiere disfrutar de una comida típica murciana, magra con tomate, pinchos, ensalada murciana y un buen litro de cerveza, llegue pronto a coger sitio. En su relación calidad-precio encuentra Paco su mejor aliado, y él lo sabe. Quizás no conseguirá aparecer en ninguna guía gastronómica, pero, aunque sea una vez, no se pierdan una tarde en un bar de antaño.

Parroquia de Nuestra Señora de la Salceda

Pero como dice la canción, «si me dan a elegir», no lo dudo, el conejo frito con tomate de Casa Pacorrín sigue siendo una de mis debilidades. Aquí, a tiro de piedra del río Segura, sigue creciendo un restaurante que lleva varios lustros ofreciendo comidas caseras con nuevos modelos gastronómicos. Un lugar perfecto para cenar al aire libre, aunque tiene un comedor acogedor, su mayor placer lo encontramos en sus terrazas. Un lugar al que, sin duda, merece la pena asomarse de vez en cuando.

Por todo ello, Las Torres de Cotillas bien merece algo más que un paseo.

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