Esta semana nos vamos a la Cresta del Gallo de Murcia, un lugar en el que, casi desde cualquier punto en el que nos encontremos, podremos divisar a lo lejos y a lo alto La Panocha. Si cogemos la carretera que sube al Santuario Virgen de la Fuensanta, situado en Algezares, y seguimos en dirección a la zona residencial Los Teatinos, llegaremos siguiendo las indicaciones que nos encontremos, carretera arriba, a una zona estupenda para pasar el día con los niños.

Es un lugar elegido por muchos ciclistas, senderistas y, sobre todo, amantes de la escalada, que utilizan esta singular orografía de la montaña para hacer todo tipo de incursiones. Pero que, a la vez, ofrece un espacio idóneo, en esa explanada principal de la que hablaba, en la que se puede aparcar ampliamente, y con un mirador realmente precioso para observar desde la lejanía todos los pueblos que conforman la Costera Sur y los que bordean la ciudad de Murcia.

La sensación que se tiene cuando allí se llega es de plenitud, de libertad. La subida en coche nos ofrece una primera imagen de cómo los pueblos cada vez se van acercando más entre sí, y de la unificación de los espacios de huerta con la construcción de naves y nuevas viviendas. Sirve este tipo de salidas o rutas para enmarcar, por ejemplo, la noción de ciudad y pueblo, y, sobre todo, para dar alguna lección a los niños. En estos tiempos de tecnología, es importante ayudarles a situarse en el plano real en el que viven, y que vayan adquiriendo nociones relacionadas con los puntos cardinales, así como la posición del sol a lo largo del día. Son contenidos curriculares que irán aprendiendo a lo largo de sus cursos escolares, pero con nuestra ayuda pueden contextualizar a pie de montaña, de manera amena y divertida.

Podemos elegir varias palabras que nos servirán para hacerles cercana la salida, y serán ´panocha´ y ´gallo´. Desde ahí podemos preguntarles mil cosas antes de llegar, como qué es un gallo, cómo tienen la cresta y qué parecido les vemos con esos picos montañosos. La palabra ´panocha´ sin duda es un término muy huertano que utilizamos para referirnos a una mazorca de maíz. Por eso os recomiendo llevar una bolsa de palomitas hecha en la mochila. Cuando estemos allí, si les apetece picar algo, les sacamos las palomitas y segurísimo que, cada vez que vuelvan a comer palomitas, recordarán esa ruta en ese entorno.

Otra de las singularidades de esta zona, enclavada en el Parque Regional El Valle, es poder ver desde la parte trasera de la Panocha, siguiendo un pequeño sendero, el Mar Menor; los días en los que está el cielo despejado a lo lejos se divisa el mar. No obstante, aunque el tiempo no acompañe, también podemos disfrutar de la ruta. Después de un día de lluvia, todo el monte tiene un olor y un color increíble. Tomillo, pino carrasco... y un tono característico que dan los días nublados con una luz especial para la fotografía. El verde parece cobrar una intensidad mucho mayor, y los tonos rojizos de la tierra nos descubren una gama cromática muy intensa y colorida. El suelo se convierte en una alfombra almohadillada si caminamos entre los pinos, todo un manto de texturas y restos de la propia naturaleza, que hacen el caminar mucho más agradable.

En este tipo de salidas es muy necesario el uso de bastones para caminar, sobre todo si nos adentramos en los caminos de subida. Llevar una mochila con agua y un pequeño bocadillo o galletas para merendar también puede ser una buena idea; podemos aprovechar muchas zonas en las que sentarnos a descansar, reponer fuerzas y observar, pero, sobre todo, escuchar. El silencio nos va a regalar curiosamente los mejores sonidos de la naturaleza. Estemos atentos, enseguida escucharemos a los pájaros. Es curioso el sonido del viento al caer la tarde, y los árboles parece que hasta nos quisieran hablar con sus ramas meciéndose al compás del viento.

Ir a este tipo de espacios naturales nos carga de energía, y nos quita el estrés a grandes y a pequeños. Hemos de explicarles que han de respetar todo el espacio natural, que llevemos cuidado por donde pisamos. Coger piñas puede ser un buen ejercicio de observación, puesto que podrán ver cómo las que están mordisqueadas con una forma específica son porque las han mordido previamente las ardillas.

Y, como siempre digo, si queremos hacer algo más por la naturaleza, llevemos unos guantes de jardinería en la mochila y una bolsa de basura; a nuestro paso o, al menos, a la vuelta, veremos desechos que la gente se deja en el monte. Recoger latas y papeles, o botellas de cristal puede ser un paso muy interesante en la limpieza del monte, hay basura que no debería estar más que en el sitio destinada para ella. En este sentido, me gustaría recomendar la instalación de papeleras en la zona de mesas de piedra, ya que no hay ni una, así como el arreglo de algunas instalaciones de madera que en tiempos fueron columpios y están totalmente abandonadas. Con pequeños gestos lograremos grandes cambios.