Quizás no tenga nada especial, quizás incluso mucha gente piense, equivocadamente, que Pliego es el hermano pequeño de Mula. Más aún, quizás algún día se arrepientan de no haber visitado un rincón de la Región donde la montaña, el campo y la huerta se dan la mano para ofrecernos un lugar diferente, donde en primavera los colores te llenan de vida.

María Trives, funcionaria del Ayuntamiento y una de las personas que mejor conoce esta localidad, aunque no nació en ella, se dijo a sí misma cuando conoció este lugar: 'Yo tengo que vivir aquí'. Y es que Pliego es de esos pueblos en los que parece que el tiempo se para.

Estoy convencido que sabrán aprovechar en un próximo futuro el regalo que la historia y la naturaleza les pone en bandeja: el yacimiento argárico de La Almoloya y la Sima de la Higuera se convertirán en un referente del turismo de interior. Si a esto le suman el gran trabajo que están haciendo desde la mancomunidad de servicios turísticos de Espuña, el cual tiene su sede en Pliego, el resultado final es esperanzador.

La Plaza Mayor, punto de partida de la visita

Empezaremos nuestro paseo por su Plaza Mayor, y curiosamente, no conozco otro pueblo que no recoge en su plaza principal el Ayuntamiento -aunque pilla prácticamente al lado-. Aquí podrán comprobar por qué los colores forman parte de este municipio, pero sobre todo, lo terminarán de corroborar cuando entren en su Iglesia de Santiago Apóstol, y es que la Orden de Santiago juega en la localidad un papel fundamental.

«Me encontré un hombre mayor sentado en la iglesia», me dice María. Le dije que era una iglesia muy bonita. «Bonita era antes, cuando yo era pequeño estaba llena de colores y pinturas», le contestó aquel hombre mayor sin saber que había abierto la caja de pandora de esta funcionaria.

La pandemia y la crisis frenaron su recuperación, pero hoy en día ya se pueden apreciar los colores que inundan sus paredes. Incluso asomándonos por un hueco descubrimos en el altar viejas historias. Lleva razón su alcalde: «Tenemos recursos aún por descrubir'.

Camino de la parte alta de Pliego

Desde aquí nos dirigiremos a la parte alta del pueblo buscando su Ermita de la Virgen de los Remedios, en un enclave privilegiado. Antes pasaremos por su Calle del Agua, en busca de su fuente de los caños, uno de los sitios más fotografiados de la villa. Cuando la vean, entenderán por qué.

Una vez en su Ermita, bajo la falda de su Castillo -si van a subir lleven cuidado, está la senda en mal estado-, lo mejor es recrearse en la historia de esta ciudad. En su escudo pueden encontrar parte de ella, dos castillos y una torre que dan fe de la importancia de este lugar antaño. Por cierto, el suelo de la Ermita es el original, de barro cocido del siglo XVIII, y se encuentra en un estado excepcional.

Aquí, un día cualquiera, pueden encontrarse encaramada en sus murallas incluso alguna cabra montesa que otra. La naturaleza se vive en estado puro.

A la bajada no se olviden de pasar por su Torre del Reloj, encaramada sobre los restos de una gran torre, así como sus casas solariegas. Arranquen desde la Casa de la Posada a la Casa de la Tercia Vieja, o paseen por sus casas tradicionales en su Calle de la Balsa, para terminar en la plaza que alberga la actual Casa Consistorial, otro regalo que les tiene preparado Pliego.

La Almoloya: La gran esperanza

Enclavado a muy pocos kilómetros de Pliego, besando su frontera con Mula, este yacimiento argárico está llamado a convertirse en muy pocos meses en una de las grandes joyas del turismo de interior. Excavada prácticamente en su totalidad, La Almoloya ofrece algo más que historia, gracias principalmente a quienes están desarrollando aquí su trabajo. Este lugar tiene alma. ¡Ah!, y princesa.

Si no conocen este lugar, en cuanto se abra oficialmente al público, vayan a verlo. Si encima tienen la suerte de que Eva, la arqueóloga que conoce este espacio como la palma de su mano, se lo muestre, escucharán incluso las voces de su pasado. No quiero ni imaginarme una visita a este yacimiento con música y teatralización. Si algún día lo hacen, que estoy seguro, allí nos vemos. De momento, la aplicación en 3D que tienen preparada para hacer una visita virtual a La Almoloya es una pasada. Hacía tiempo que no veía una lección de historia tan llena de vida.

La Sima de la Higuera

No es apta para el gran público, pero sin duda se convertirá en un referente del turismo de aventura. Su acceso es complicado, hay que descender unos 70 metros, y sus numerosas cavidades entrañan riesgo. Es por eso que su acceso es limitado. Dentro de poco, será declarado Monumento Natural de la Región de Murcia, y ello contribuirá a su puesta en valor. Dicen, no lo conozco, que su Sala del Paraíso es única a nivel mundial. Me lo apunto.

Este año que viene, si la pandemia lo permite, iré a Pliego el 7 de septiembre a disfrutar de su Bajada de la Alborada, al igual que para disfrutar de su curiosa Semana Santa, donde los Azules, Verdes, Negros o Morados ofrecen, sobre todo en Jueves Santo, una procesión que no se han de perder al menos una vez en la vida.

Un manto de colores en primavera

Pero si hay algo distinto que ofrece Pliego al visitante llega a partir del mes de febrero. Cuando en España el frío, la lluvia y la nieve siguen generalmente golpeando ciudades y valles, montañas y pueblos, aquí un manto blanco y rosa, cubre sus campos de almendros en flor.

En Murcia tenemos la suerte de tener la Floración de Cieza a partir de la primavera, pero sobre todo, tenemos la inmensa fortuna de tener kilómetros de almendros en flor entre los meses que cierran el invierno y dan entrada a la primavera. Y aquí, a la falda de Sierra Espuña, les espera vestido de blanco, rosa y violeta este municipio murciano.

Bienvenidos a Pliego.

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