La Opinión de Murcia

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Crítica

'Alien': Sin O'Bannon no sabríamos qué es un xenomorfo

Sobre la película flotaba un concepto abstracto de misterio que, me atrevería a decir, no se ha visto antes en el cine

Imagen de un xenomorfo en la película 'Alien: Covenant', del año 2017.

El otro día mi buen amigo Antonio Rentero y yo ofrecimos una charla en la Biblioteca Regional sobre la saga Alien (1979) y su relación con el universo del escritor norteamericano H. P. Lovecraft. Todo al hilo de una magnífica exposición que hay en el Biblioteca, gentileza del festival de cine fantástico y de terror Sombra acerca del xenomorfo más famoso del mundo (¿existe otro, tal vez?). Es por esto que llevaba unas semanas revisando películas como Prometheus (2012), Alien: Covenant (2017) y, desde luego, Alien, por no decir que llevo dos semanas escuchando la banda sonora de la cinta original compuesta por Jerry Goldsmith de forma compulsiva, de modo que por algún lado tenía que explotar, y, ¿saben ustedes? Va a ser a aquí. De modo que agárrense a los machos.

Alien es una cinta que tiene más de cuarenta años. Y, les digo más, hay gente que no la ha visto. Lo que tampoco debería extrañarnos teniendo que en cuenta que hay por ahí quien no ha visto una sola película de Hitchcock, Ford o Wilder. Como dijo una vez John Landis, para los jóvenes parece que el cine empezó en los años setenta, lo que ya es mucho porque hay quien ni si quiera ha llegado a eso. Pero bueno, vamos a lo que vamos.

La primera película de la saga dirigida por Ridley Scott fue uno de esos raros ejercicios de cine dentro de la industria donde se hicieron un montón de cosas mal, pero que, afortunadamente, todo salió bien. Cosa rara. En el guion de Dan O´Bannon (nunca suficientemente reconocido) metió mano hasta el conserje, se contrató a un director novato, el proyecto en sí mismo no fue otra cosa que tratar de repetir un éxito de película en el espacio como lo fue La guerra de las galaxias (1977), se mutiló la banda sonora original de Goldsmith, es más, se utilizó música de otra película, Freud (1962), también de Goldsmith, se llamó a un diseñador europeo que no conocía a nadie en Hollywood para diseñar al monstruo estrella de la cinta, el guion se fue modificando sobre la marcha, etc, etc, etc…

Sin embargo, por una vez, y sin que sirva de precedente, todo salió felizmente bien. Todo encajó como un guante. De hecho, todo salió tan bien que ni el mismísimo Ridley Scott ha podido repetir semejante concatenación de buenas ideas en películas como Prometheus o Alien: Covenant. Sobre todo porque sobre Alien flotaba un concepto abstracto de misterio que, me atrevería a decir, no se ha visto antes en el cine. Pero sí en la literatura, en Lovecraft.

Partimos de un espacio en sí mismo hostil, el espacio donde la vida, más allá de los X-Wing de La guerra de las galaxias, es inviable. La cuna del ‘horror cósmico’ de Lovecraft donde los arcanos regurgitaron diferentes y dispares formas de ‘subvidas’. Uno de esos subrepticios cósmicos degeneró en un xenomorfo, una criatura, un parásito, más cercano a la mente adulterada de H. P. Lovecraft que a la de un hombre corriente y moliente.

Si nos fijamos en la criatura, no se parece a nada que hayamos visto antes. Podríamos entender la vida en sociedad de un monstruo de tres cabezas o de una masa informe que se come a la gente, pero no la de un xenomorfo que soporta unos extraños tubos en su espalda, que tiene dos bocas y que su sangre es un ácido extremadamente corrosivo. ¿De dónde ha salido semejante atrocidad?

El problema viene a partir de aquí, cuando queremos saber más. Alien funcionaba a las mil maravillas tal cual estaba, el problema (y la virtud) es que aquella película nos dejó con una sensación de inseguridad vital jamás vista. Como comentábamos mi amigo Rentero y yo, el problema o, mejor aún, la peculiaridad de todo esto, es que el ‘terror cósmico’ de Lovecraft o el miedo en donde nadie puede escuchar tus gritos se fundamenta en un temor fundamental, elemental en nuestro papel dentro del espacio. 

Y, esto, si decidimos pensarlo un poco, es horrible. ¡Uy! ¿He dicho pensar? Y, más aún, hablando de una película y de una película de terror, y de una película de terror de Hollywood. ¿Estamos hablando en serio? 

Lo cierto es que sí. Sobre todo cuando pensamos que Alien fue, en esencia, una idea descabellada de un loco maravilloso que sufría de la enfermedad de Crohn y que a causa de los fuertes dolores que le provocaba en el vientre tenía la sensación de que una criatura se removía en sus entrañas. Dan O´Bannon tuvo la mala fortuna de implicarse en proyectos fallidos o directamente desastrosos del estilo del Dune jamás rodado de Alejandro Jodorowsky o de la delirante Heavy Metal que pretendió llevar al cine el espíritu de una revista de historias de ciencia ficción con una animación para adultos (sic). O´Bannon también estuvo detrás de Desafío total (1990), pero su gloria terminó aquí y lo peor es que nadie suele invocar el nombre de O´Bannon cuando se habla de Alien.

Yo solo dejo una idea para el recuerdo. Sin él, sin O´Bannon, no sabríamos qué es un xenomorfo. Y esto, para los fans de la saga, que entiendo que somos unos pocos, es importante.

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