José Martínez Calvo: pasión y sensibilidad por las artes

Todas las ausencias son dolorosas, las definitivas más aún. Ha muerto José Martínez Calvo, amigo elegante y culto, verdadero enamorado de las artes; las escénicas que cultivaba desde joven y aquellas otras plásticas que tuvo, durante décadas, en sus manos desde su propia Galería de Arte Espacio Mínimo, en Murcia y en Madrid, y todo ello con los impulsos de su excelencia como historiador, como demuestran sus trabajos de investigación y catalogación de los fondos de nuestro patrimonio. Sus guías sobre las colecciones oficiales son de ineludible consulta para saber qué y quiénes han sido los protagonistas del arte universal. Alejado de todo provincianismo su capacidad intelectual y sus notables sensibilidades, hicieron de él un profundo conocedor de los impactos de lo nuevo y lo novísimo, de las vanguardias y de los vaivenes del arte, incluyendo su mercado, en el que fue experto especialista.

Todavía guardo algunos recuerdos de su actividad teatral, de raras colaboraciones por mi parte, entre ellas aquel proyecto de "Valentín" con la participación del maestro Pedro Cano y la brillante escenificación sobre las selectivas tablas del Teatro Romea. Nostalgia de la Compañia La Bella Aurelia y la ausencia también de otro imprescindible: Antonio Morales.

No es fácil recoger en unas líneas el penoso sentimiento de pérdida de una vida muy destacada y de éxito en la entrega y pelea constante, silenciosa muy a menudo, por hacer del arte y la cultura, un espacio compartido por todos, por el intento consecuente de crear o de difundir, apoyando sin reservas, la creación de otros, de los mejores en la nómina de su amplio conocimiento.

El arte tiene su medida, su cauce, su camino que transitar, son palabras contadas y voces exactas que Martínez Calvo conocía en todo su significado. La memoria sera justa, debe serlo, con su obra crítica, también escrita en numerosas ocasiones y todo su espléndido trabajo a través de todo un tiempo nunca fácil. La muestra internacional de la Exposición Universal de Sevilla, la Expo 92, supo de sus mejores aptitudes para la gestión en el Pabellón de Murcia, momento y lugar ya en la historia de los acontecimientos de obligada referencia que provocan los avances de todas las artes. Toda peripecia relatada con amor era cultivo de su gran sentido estético; de las mejores luces que difuminan sombras opacas. Esta misma oscuridad que tratamos de evitar con su irreparable pérdida.

Esta crónica de urgencia para una desaparición temprana, para un luto del alma, trata de contar un silencio; como homenaje para un alejamiento he escrito éstas líneas apresuradas para dejar constancia de un desgarro, de un nuevo desamor con la triste realidad que nos imponen los peores días.