En una noche de verano de un año que ya ni me acuerdo un nutrido grupo de periodistas despedíamos a un compañero del periódico que encontró mejor destino. Eran tiempos relativamente normales en la profesión, en los que unos llegaban y otros partían con cierta naturalidad por circunstancias muy diversas y oportunistas. Y cuando se iban, se les despedía con quedada, cena, copas, muchas copas. Oh, años noventa. En una de esas, empezamos con los brindis de despedida del compañero, que tampoco recuerdo ahora quién era, que acabaron en ocurrentes y desenfadados discursillos. Y Paco, con un par de narices, sacó un papelito redoblado del bolsillo de su camisa y leyó un poema de no recuerdo qué autor.

Detalles como éste resumen bien cómo era Paco Sánchez, una persona sensible e ilustrada que acabó en un oficio deglutorio. Siempre sospeché que tal vez se había equivocado de profesión, que era un pez plateado malnadando en una ciénaga. Con los años me doy cuenta de que es la profesión la que se ha equivocado con muchos periodistas.

Tantas jornadas a reloj roto, tantos festivos nada festivos, tantos avatares con las fuentes, tantos episodios con la maquinaria afilada del periódico y tantas presiones desde todas direcciones han forjado la leyenda del periodista curtido, buscavidas y superviviente. Pero esos caparazones que te van saliendo en este oficio no cambiaron a Paco Sánchez. Y todas esas desventuras que vivimos en comunidad hacen que acabemos conociéndonos, rozándonos y oliendo nuestros sudores de forma más íntima que en cualquier otra profesión. Por eso los periodistas tenemos infinitos recuerdos de los compañeros que se van. Y Paco no es fácil de olvidar.

Paco Sánchez practicó un periodismo complejo, amasado con la reflexión y escrito con prosa ilustrada. Y eso no era nada fácil en las áreas en las que le tocó lidiar en La Opinión: política y educación, dos selvas llenas de plantas carnívoras, trepadoras y rastreras. Y no era fácil en un periodismo cada vez más pragmático, más de urgencia y que nada entre la supervivencia y la búsqueda desesperada del beneficio. 

Aun así disfrutamos durante años de las entrevistas de Paco Sánchez, de sus informaciones en profundidad, de sus reportajes sesudos, de sus páginas de noticias sobre educación, otro oficio del que mejor no hablar.

Su marcha ha sido temprana, inesperada y, por supuesto, injusta. Aun así disfrutamos también mucho tiempo de su compañía, de sus vivencias conjuntas, de sus ocurrencias, de su culto punto de vista de las cosas pequeñas y cotidianas, esas que son tan importantes que no aparecen en las noticias.

Cuando empiezas a ver gente morir a tu alrededor es que te haces mayor. Tengas la edad que tengas tú y los que se van. Paco Sánchez siempre fue una mente intelectualmente madura atrapada en una persona joven. Más difícil aún de asimilar. Pese a ello tuvo una larga trayectoria profesional en muy diversas empresas periodísticas, un bagaje enriquecedor que raramente se valora. Paco no era un verso suelto, era un verso. Era un periodista que además de escribir, leía. Pero no solo notas de prensa y periódicos. Leía textos, autores, libros, poesía… lecturas de verdad. Si Paco hubiera tenido que despedirse de mí, creo que lo habría hecho con un poema bien elegido. El azar o el destino, quién sabe, ha sido otro. Paco, te debo un poema. Y cuando lo tenga espero saber cómo hacértelo llegar. Buen viaje, compañero.