Murcia

300 años contra el desamparo

"A veces tenemos problemas para encontrar a una familia de adopción porque quieren al niño perfecto", lamenta sor Encarna

Fachada histórica del centro Cardenal Belluga, en la calle santa Teresa de Murcia . | JUAN CARLOS CAVAL

Fachada histórica del centro Cardenal Belluga, en la calle santa Teresa de Murcia . | JUAN CARLOS CAVAL / A.LORENTE

Alejandro Lorente

Alejandro Lorente

La construcción del centro de primera acogida y media estancia Cardenal Belluga, ubicado en la calle Santa Teresa, se remonta hasta el año 1713, cuando el religioso y estadista del que lleva el nombre promovió su apertura para atender la demanda de los niños huérfanos de aquella época. Es, por tanto, uno de los pocos inmuebles históricos del municipio de Murcia que conserva la finalidad para la que fue creado en origen. Eso sí, con el paso de los años sus estancias interiores se han ido modernizando y actualizando, pero la estructura exterior es la misma que tuvo en el siglo XVIII.

Este centro está gestionado por la compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl casi desde el principio, desde inicios del siglo XIX. Una de sus integrantes es sor Encarnación que explica que el grupo humano que se encarga de cuidar a estos menores está conformado por dos trabajadores sociales, dos psicólogos, educadores, técnicos educativos y personal para las tareas administrativas, servicios generales y cocina.

Asegura sor Encarnación que el día a día en este centro se siente como una gran familia. Cada educador del centro tiene asignado un grupo, distribuido por edades, y por las mañanas se encarga de que se levanten, se aseen, se vistan, desayunen y se preparen para ir al colegio y a la guardería, en centros de la zona. Algunos se quedan en el comedor escolar y vuelven a las cuatro de la tarde, mientras que otros comen en el centro. Por la tarde, algunos de estos menores participan en alguna actividad extraescolar: natación, fútbol, según las preferencias de cada niño.

Patio interior del centro, con juegos infantiles para el disfrute de los pequeños.  | JUAN CARLOS CAVAL

Patio interior del centro, con juegos infantiles para el disfrute de los pequeños. / JUAN CARLOS CAVAL

En este momento, la población atendida en el centro es de 27, pero este número es muy fluctuante. «Están el tiempo justo y necesario; cuando llegan al centro se hace un estudio de su expediente (situación familiar e individual), y al mes y medio se hace un plan de caso de cada menor, donde se registra la situación familiar, psicológica y educativa del menor». En función de esa información se diseña un plan de actuación para ver qué posibilidades hay de trabajar con la familia biológica o en su defecto con su ‘familia extensa’ (otros miembros de la familia como abuelos, tíos, o primos). «La prioridad es la familia biológica o extensa, pero si no es posible se buscan otras alternativas: familias de acogida o adopción».

La estancia media de un niño en el centro no llega al año, indica sor Encarna, que advierte que cada caso es un mundo. Recuerda esta responsable del centro que durante la pandemia los plazos se dilataron, pero poco a poco se ha recuperado la agilidad para buscar y encontrar una solución a esos niños. Asegura que siempre hay una alternativa y que las familias de acogida siempre están ahí, pero reconoce que no siempre es fácil encontrar a una familia para la adopción «porque las familias a veces quieren el niño perfecto, y no está, porque estos niños vienen con toda su historia familiar y personal detrás; muchos de ellos son menores con madres que no han tenido ningún control del embarazo o mujeres que han estado bebiendo o consumiendo y los niños salen con síndromes de abstinencia».

Las causas por las que un menor acaba en el centro Cardenal Belluga son muy variadas, pero en la mayoría de los casos proceden de familias muy vulnerables y desestructuradas. «Antes de que lleguen al centro se estudian todas las opciones para que permanezcan en el entorno familiar: si ingresan es porque no se ha encontrado ninguna posibilidad».

Aunque la prioridad es el bienestar emocional de los pequeños, desde la dirección del centro también tienen muy presente que deben cuidar a su personal. Las Hijas de la Caridad no solo se enfocan en la formación y actualización profesional, sino que promueven encuentros y acciones de desarrollo personal, porque son conscientes de la importancia de la contención y de la necesidad de mantener una actitud positiva y flexible frente a los desafíos.

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La labor que realiza el personal del centro Cardenal Belluga es dura, pero también tiene momentos muy satisfactorios. «Cuando llega un niño tan frágil, tan débil, a un entorno seguro, de cariño, en el que se cubren todas sus necesidades, ves como el niño empieza, como decimos aquí, a espumar, a esponjarse, a crecer y a agradecer todo eso que está recibiendo», señala sor Encarnación, que asegura que cuando son testigos de esa evolución en el menor «es algo muy gratificante para todo el equipo que trabaja en el centro».

La Comunidad tutela a 1.200 menores

La Comunidad anunció hace unos días que destinará 7 millones de euros a la modernización de los 24 centros de protección de menores de la Región con el objetivo de crear un modelo residencial más confortable y familiar, a través de la mejora de infraestructuras y de la adecuación de espacios que permitan ofrecer una atención individual.

En estos momentos, la Administración regional está tutelando a 1.200 menores hasta que cumplen la mayoría de edad. Sobre las causas de esta tutela, fuentes autonómicas explican que no existe una tipología concreta que determine las causas, pero, en la mayoría de los casos, «está motivado por la falta de atención por parte de sus progenitores que lleva a que no cubran sus necesidades físicas, psicológicas y emocionales». Se incluye en estos casos el maltrato físico, el abuso sexual, el abandono o la comisión de negligencias graves por falta de atención médica o educativa.

Tras esa primera etapa de tutela en un centro de primera acogida, como el de Cardenal Belluga, el protocolo de actuación, una vez que los menores cumplen 6 años, es el de evaluar, por parte de los profesionales de la Comunidad, las características personales de cada menor con el fin de buscar el recurso de atención integral más acorde a sus necesidades. En algunos casos, se opta por el retorno a la familia de origen, por asignar una familia de acogida ajena o extensa y, en otros casos, por trasladar al menor a otro recurso residencial que ofrece la Comunidad.