Universidad de Murcia | Catedrático de Filosofía de la Ciencia de la UMU

Paco Calvo: "La cognición de las plantas está absolutamente ignorada"

Lidera desde el Laboratorio de Inteligencia Mínima de la UMU diferentes estudios de comportamiento en el mundo vegetal

Paco Calvo

Paco Calvo

Javier Vera

Javier Vera

¿Qué le llevó a dedicar su carrera profesional, como catedrático de la UMU, al ámbito de la Filosofía de la Ciencia?

En esta vida uno no sabe muy bien ni por qué tira por un camino ni por qué acaba en otro. Fíjate que yo durante el instituto, lo primero que quise hacer fue teatro. Eso sí, sabía que no iba a llegar muy lejos. Entre el miedo escénico y que una vez salí en una obra ambientada a principios del siglo XX con un reloj digital en la muñeca, pues… claramente no iba por buen camino.

Después recuerdo que me picó el gusanillo con la oceanografía, y solo pensaba en irme a Barcelona, o a Canarias, a estudiar ciencias del mar. Al final, ‘víctima’ de la moda de las telecos de aquel entonces acabé en la Politécnica de Catalunya matriculado en Ingeniería de Telecomunicaciones. Duré un año, no era lo mío (34 años después sigo sin móvil, o sea que fíjate si iba desencaminado).

Total, que al final acabé haciendo Filosofía. Y claro, ya puestos a ser filósofo, lo suyo era filósofo de la ciencia. Por eso te digo que uno no sabe muy bien cómo ni por qué llega adonde llega.

Dos aspectos, el de la Filosofía y la Ciencia, que a priori pueden parecer tener poco en común, ¿o están más ligadas de lo que pensamos?

Ligadísimas. Hice el doctorado en la Universidad de Glasgow sobre el filósofo estadounidense W.V.O. Quine. Una frase suya que recuerdo es: «Philosophy of science is philosophy enough». El contexto de la cita era otro y no viene al caso, pero la cuestión de fondo sí: la filosofía y la ciencia se encuentran en un continuo. No las podemos entender como compartimentos estancos.

Esto es algo de lo que me doy cuenta a diario, especialmente desde que fundé el MINT Lab (el Laboratorio de Inteligencia Mínima, por sus siglas en inglés) en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia. De hecho, ni siquiera distingo entre trabajo filosófico y trabajo exclusivamente científico.

Son dos caras de la misma moneda. Hay problemas teóricos, problemas conceptuales; y luego tenemos problemas empíricos y problemas experimentales. Pero pensar que podemos resolver los unos sin los otros, o por separado, es un error. Con bata blanca o sin ella, todo va de la mano.

Sus investigaciones se centran en la cognición y sintiencia de las plantas, como bien refleja en su libro Planta Sapiens (Seix Barral, 2023). ¿Es este un ámbito infravalorado?

Me atrevería a decir, más que infravalorado, absolutamente ignorado. Y cuando se le presta atención, se tiende a malinterpretarlo. El estudio de la inteligencia vegetal no es distinto del estudio científico de la inteligencia animal.

Este viernes estará firmando ejemplares de 'Planta Sapiens' en la Casa del Libro de Murcia

Se trata simplemente de prestar atención a las particularidades que presenta el comportamiento de las plantas con el fin de customizar, de adaptar, los protocolos experimentales que se emplean en la literatura animal. Las plantas son más lentas, no se desplazan, pero eso no quiere decir que no hagan cosas interesantes.

¿Cómo podemos deshacernos de estos prejuicios para pensar en la inteligencia de una manera más amplia, más allá de la estrictamente humana?

En el prefacio y en el epílogo de Planta Sapiens doy dos claves que creo son fundamentales. Sin ánimo de hacer spoilers, debemos, por un lado, deshacernos de una vez por todas del ‘ombligocentrismo’. Si lo piensas bien, no somos capaces de dejar de mirarnos el ombligo. El propio título del libro, Planta Sapiens, si lo contrapones a Homo Sapiens, te dará una pista.

Ahora bien, en el epílogo hablo de la «granja de engorde de hipocampos», que creo que es en lo que consiste, por desgracia, la educación. Si el hipocampo es la estructura en la que se almacenan los recuerdos, la educación la hemos convertido en la granja donde engordamos esa capacidad de almacenar (y de regurgitar el día del examen). Hay que repensar la Educación desde Primaria. Es la única forma de deshacernos de esos prejuicios a los que apuntabas.

Concretamente, las plantas trepadoras tienen un papel protagonista en esta publicación. ¿Por qué resultan tan interesantes?

Es cierto que en el libro les presto especial atención. Por un lado, piensa que a veces no hace falta ni tan siquiera hacer time lapse para observarlas. Podemos ver su conducta a simple vista o en un breve lapso de tiempo. Pero sería un error pensar que son más listas que otras plantas. Constituyen un buen sujeto experimental para el laboratorio.

Podemos analizar sus patrones de movimiento conforme crecen hacia un tutor o un soporte, por ejemplo, pero cada especie vegetal, al igual que cada especie animal, presenta sus particularidades dignas de estudio. Estando prácticamente todo por hacer en el campo de la inteligencia vegetal, había que empezar por algún sitio, y sí, no lo voy a negar: las plantas trepadoras son mi debilidad. ¡El lector de Planta Sapiens entenderá lo que quiero decir!

¿Hay algo que pudiésemos aprender, dentro de nuestras posibilidades, del mundo vegetal?

Todo está por aprender. Somos una especie tan arrogante, y el baño de humildad que necesitamos es de tal calibre, que no sabría ni por dónde empezar. Por poner un ejemplo rápido: la cognición humana se encuentra más descentralizada de lo que nos gustaría pensar. Las plantas practican divinamente bien el «divide y vencerás», y eso nos vendría muy bien.

No somos ‘islas’ ni llevamos un homúnculo de serie, dentro del cráneo, encargado de pilotar la nave. Pero, por culpa del ombligocentrismo que te comentaba, nos cuesta admitirlo. Si hay algo que podemos aprender gracias al estudio de la inteligencia vegetal es que no somos tan especiales como nos gusta creer que somos.

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