Entrevista | Concha Palacios Catedrática de Filología Francesa de la UMU

Concha Palacios: "He llegado al final de mi carrera con alegría y ganas de trabajar hasta el último momento"

Su implicación en diferentes puestos de gestión en la UMU ha sido una constante durante más de cuatro décadas

Concha Palacios, Catedrática de Filología Francesa de la UMU

Concha Palacios, Catedrática de Filología Francesa de la UMU / Inma G. Pardo

Javier Vera

Javier Vera

Las casualidades y los orígenes familiares han marcado la trayectoria profesional de una de las mejores representantes de la Filología Francesa en la historia reciente de la Universidad de Murcia. No sorprende su deseo de seguir ayudando y colaborando con la institución en todo lo posible ahora que su carrera profesional ha llegado a su fin, pues las relaciones allí forjadas durante todo este tiempo es el mejor regalo que Concha Palacios se lleva consigo.

Tras casi medio siglo ligada a la Universidad de Murcia, este 2023 ha dado por finalizada su dilatada carrera profesional. ¿Cómo se siente?

Contenta. En absoluto triste. Ha sido, como bien dices, una dilatada carrera universitaria y eso es lo mejor que se puede decir, que he llegado al final, con alegría y con ganas de trabajar hasta el último momento y sigo teniéndolas, aunque lógicamente con otros intereses personales e incluso profesionales puesto que a partir de ahora podré ayudar de otra manera a los compañeros y amigos del departamento.

El pasado mes de abril fue homenajeada en la Facultad de Letras por su trayectoria. ¿Siente que se ha ganado el cariño de la institución por su labor durante todos estos años?

En realidad, el homenaje que se me ofreció se enmarcó dentro del Coloquio que todos los años organiza la AFUE (Asociación de Francesistas de la Universidad Española) en las distintas universidades españolas. Este año, mis compañeros del área de Filología Francesa de Murcia quisieron organizarla en Murcia, aprovechando precisamente mi jubilación, y la propuesta fue aceptada por la Junta directiva y aprobada por la última Asamblea de la Asociación celebrada en la Universidad de Córdoba. La propuesta fue una muestra de cariño increíble por parte de mis compañeros, y el resultado fue ese pequeño homenaje dentro de la celebración del coloquio al que asistieron muchos colegas de muchísimas universidades españolas y también extranjeras. Mi agradecimiento es enorme con todos. Debo decir que el acto de inauguración del coloquio lo presidió el rector, José Luján, quien me dedicó unas sentidas y bonitas palabras.

Una Facultad de Letras en la que ingresó a principios de la década de los 70. ¿Cuáles son los mejores recuerdos que guarda de este lugar?

Sin lugar a dudas las personas que me he ido encontrando en el camino, de muchas de ellas, en todos los niveles, he aprendido mucho y me han hecho lo que soy. Sinsabores indudablemente también los ha habido, profesionales y personales. La pérdida de algunos amigos, que no han podido o no van a poder celebrar su jubilación es, sin duda, lo que más siento.

¿Qué le llamó la atención de los estudios franceses en general y, más específicamente, del relato breve francés del siglo XIX para dedicarle su carrera profesional?

De los estudios franceses, quizá, mis orígenes. Aunque de padres y familia española, nací en Tánger y viví en Tetuán hasta los 11 años. Fui a un colegio español pero la lengua francesa estaba presente como parte del legado de Francia en el Norte de África. Mi familia, mis tíos y mis primos fueron o iban al colegio francés y eso quedó en mi subconsciente cuando empecé el bachiller (con 11 años) en Alicante, lugar de residencia de mis padres cuando marcharon de Tetuán. Con respecto a interesarme por el relato breve del siglo XIX, fue casi una casualidad, ya que mi tesis doctoral versó sobre Teatro profano francés del siglo XIII. Durante mi etapa de estudiante me había atraído la narrativa decimonónica y con ocasión más tarde de la lectura de los cuentos de Maupassant, decidí trabajar sobre ellos y de ahí hasta el presente. Cambié el siglo XIII por el XIX.

También ha ocupado otros muchos cargos en la Universidad de Murcia. ¿Por qué tanta implicación?

También casualidades. Alguien –no sé quién, es la verdad- me propuso al entonces vicerrector de Infraestructuras, Pepe Serrano, en la época del rector Juan Monreal, para ocupar el cargo de coordinadora en el Campus de la Merced. Y ahí empezó la implicación. Me gustaba y me gusta la gestión y creo, lo digo con sinceridad, que no lo he hecho mal del todo. De todas esas etapas, lo que más me gustó fue el trato con las personas, que me permitió conocer otros aspectos y otros intereses de la institución, en todos los niveles, no hablo solo del profesorado.

¿Qué relación mantendrá a partir de ahora con la Universidad de Murcia?

Espero ser emérita. Ya cuento con la aprobación de mi departamento. Y seguiré ayudando a mis compañeros en lo que precisen: orientación, cursos, proyectos... Seguiré en la investigación, pero ya de manera muy relajada, sin compromisos y disfrutando de mi familia. Eso espero y deseo.

Ha sido la primera catedrática de Filología Francesa de la Universidad de Murcia, y la única mujer hasta la fecha que ha desempeñado el cargo de decana en la Facultad de Letras. ¿Se siente una pionera de la lucha por la igualdad en el ámbito académico?

He de decir que no tuve nunca ese sentimiento. Nunca me presenté a un cargo blandiendo mi condición femenina. Y desconozco si me eligieron por eso, por la cuota de género. Hay muchas compañeras mías que han sido y son catedráticas de Universidad, me refiero no solo en mi campo, sino también en la Universidad de Murcia. Y también decanas. No fui ni mucho menos la primera decana de la Universidad, aunque sí la primera de Letras. Confío en que pronto tendremos una segunda en la Facultad. Lo cierto y verdad es que, consciente o inconscientemente, las mujeres tienen que estar demostrando continuamente su valía.