Entrevista | Pedro Guerrero Catedrático de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la UMU

Pedro Guerrero: "Yo sigo escribiendo para un mundo que se vacía si no lo tratamos poéticamente"

Ha sido elegido por la Facultad de Educación de la UMU para ser reconocido en el Rincón Alumni

Pedro Guerrero, catedrático de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la universidad de Murcia.

Pedro Guerrero, catedrático de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la universidad de Murcia.

Javier Vera

Javier Vera

No cualquiera llega a integrar las filas de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Es un privilegio reservado a aquellos que a base de trabajo, pasión y vocación logran concienciar de la importancia de la promoción del uso y la evolución de nuestra rica lengua más allá de nuestras fronteras.

Pedro Guerrero se ha «hartado» de investigar en un ámbito que ha ido compaginando con la poesía, esa ventana abierta a la concepción del mundo desde un prisma puramente artístico, pasional y bello.

¿Cuáles son los mejores recuerdos de su etapa como estudiante en la Universidad de Murcia? ¿Por qué se decantó por Filosofía y Letras?

Mis estudios de Magisterio no acreditaban para entrar en la Facultad de Letras, por lo que tuve que presentarme al examen de Mayores de 25 años, superándolo con buena nota y permitiéndome, entonces sí, comenzar a estudiar Filosofía y Letras. Guardo magníficos recuerdos de muy buenos profesores, como lo fueron Juan Barceló en Lengua y Literatura, o María Teresa Pérez en Geografía e Historia.

Mi primera pasión fue la escuela, el alumnado, consiguiendo años más tarde llegar a ser director de la Escuela Aneja, lugar donde hice las prácticas de enseñanza. Allí aprendía de los profesores universitarios, con quienes tenía mucho contacto. Cuando Juan Barceló se jubiló, quedó una plaza vacante, y me aconsejó prepararme la titularidad de escuela universitaria.

Y eso hice. Cuando terminé la licenciatura en Filosofía y Letras, y posteriormente presenté la tesis, se me contrató como asociado hasta que conseguí una plaza como titular en la Facultad de Educación. Años después descubrí otra de mis pasiones, la investigación, que me permitió colaborar con editoriales y revistas de prestigio, incluso impartir cursos en varias universidades internacionales. Finalmente acabé como Catedrático de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Murcia.

P. Guerrero con R. Alberti en Madrid (1982)

P. Guerrero con R. Alberti en Madrid (1982)

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El próximo viernes será incluido en el Rincón Alumni de la Facultad de Educación. ¿Cómo recibe este reconocimiento?

Es un auténtico honor. Ser reconocido como Alumni ilustre me honra y me ayuda a creer que los maestros, aquellos nunca hemos dejado de ser alumnos y siempre hemos buscado seguir aprendiendo, hemos hecho algo bien. Aquel profesor que no tenga esa pasión por la enseñanza y por seguir aprendiendo, se equivoca pensando que en él termina la docencia. Aunque el reconocimiento también me preocupa un poco, porque eso significa que ya no podré enseñar ni que me enseñen. Eso sí, aunque mi carrera ha terminado, mi sensibilidad, emociones y corazón seguirán en esta Facultad de Educación de la Universidad de Murcia.

«Aquel profesor que no tenga esa pasión por la enseñanza y seguir aprendiendo, se equivoca pensando que en él termina la docencia»

En 1982 obtuvo el XII Premio Vicente Aleixandre. ¿Qué le ha aportado la poesía a lo largo de toda su vida, y qué relación mantiene con ella en la actualidad?

La poesía es mi otra gran pasión. Sin poesía no podría vivir. España, como Italia, Francia e Hispanoamérica, han dado grandes poetas. Vienen y van y entran en nuestras emociones, salvando las alambradas de la didactología trigonométrica del consumo publicitario, de espesos contactos con artefactos prosáicos, y hasta peligrosos en alguno de sus usos; pero la poesía no se rinde, no para, no quiebra su destino de contar la vida de otra manera, del lenguaje ensoñado. Y unida a la música es, en ocasiones, tan bellísima como un concierto de aves e instrumentos refinados por la voces y el ritmo. De sus usos, de aprenderla de memoria, de saberla y leerla, de sentirla con ternura, deviene la formación literaria en edades tempranas. Sí, yo sigo escribiendo, para mi nieta, para los míos, para un mundo que se vacía y se quiebra si no lo tratamos poéticamente, de corazón.

En estos momentos se prepara, por un grupo de amigos, un libro homenaje que, aparte de algunos artículos, terminará con una antología de mi obra completa y algunos poemas inéditos. Me enternecen estos amigos que me ayudan, porque lo he pasado mal desde hace tiempo en el que estoy triste, en el que han muerto amigos y familiares. Todavía ando jodido de mis enfermedades, no me dejan vivir. Por ello agradezco tanto estar vivo y con alguien a mi lado. Y este premio ilustre Alumni me da fuerzas para continuar.

Mantuvo una gran amistad con personalidades del ámbito cultural como Rafael Alberti o Francisco Rabal. ¿Cómo era un encuentro entre ustedes tres?

Con Paco recuerdo aquellas comidas en Casa Anselmo, esas tardes de café en las que coincidíamos con Juan Diego mientras buscaba recoger firmas para distintas manifestaciones por la lucha de clases. También alguna copita en uno de esos ‘garitos finísimos’ donde recalaban figuras como la Jurado, Marujita Díaz o Masiel.

Con Rafael también me he reído mucho. Él era como un niño, tierno, amable y risueño. Se hizo un poeta a sí mismo. Yo le llamaba cariñosamente mi «maestro». Era muy generoso, y una prueba de ello es la colección de dibujos y cuadros que me regaló, la cual ahora voy mostrando por los pueblos que visito.

Paco y Rafael asistieron a la presentación de mi tesis doctoral, ofreciendo entre los dos un recital memorable. Siempre he tenido muy buenos amigos.