Pregón de Semana Santa en Lorca

"La Semana Santa es digna de ser pregonada y conocida en el mundo entero"

La abogada del Estado Catalina Miñarro reclama una intervención "bien planificada" para divulgarla

La pregonera Catalina Miñarro Brugarolas en el altar mayor de la antigua colegial de San Patricio este viernes.

La pregonera Catalina Miñarro Brugarolas en el altar mayor de la antigua colegial de San Patricio este viernes. / Pilar Wals

El término ‘pregonar’, según la primera acepción del Diccionario de la Real Academia Española, significa ‘publicar, hacer notorio en voz alta algo para que llegue a conocimiento de todos’. «Yo espero haberlo hecho hoy. En realidad, quienes más me conocen saben que aprovecho para hacerlo siempre que se me presenta una ocasión», afirmaba en la noche de este viernes en la antigua colegial de San Patricio la abogada del Estado, Catalina Miñarro Brugarolas, mientras pregonaba la Semana Santa lorquina.

La blanca señalaba que en España tenemos la grandísima suerte de poder disfrutar de muchos y muy distintos hechos artísticos y culturales de elevadísimo nivel. «Pero también en España tenemos el defecto de engrandecer lo de fuera y despreciar acomplejadamente lo nuestro». Y lo que es peor, añadía, en los últimos tiempos lo que se observa es que «dentro de lo nuestro se ensalza lo que se llama tradiciones sin serlo, lo que carece de valor de ningún tipo en aras a lo que se entiende como políticamente correcto y, eso, permitidme el desahogo, es una lástima, pues desvía los esfuerzos que se hacen hacia objetivos incorrectos y permite a muchos descalificar simplemente por inercia cualquier otra pretensión que sí esté justificada».

Dentro de esa España rica y fructífera en verdaderos acontecimientos culturales y artísticos «se encuentra nuestra Semana Santa, que, por sus propios méritos, se coloca en lo más alto, en la cúspide, y es digna de ser pregonada y conocida en el mundo entero», reseñaba.

Pero para eso no es suficiente mi pregón, reclamaba. «Ni tampoco el que todos los que estáis aquí hacéis y seguiréis haciendo. Para eso es necesario, imprescindible, una actuación coordinada y seria, que no caiga en la improvisación y que discurra por cauces técnicos, económicos y jurídicos correctos».

Una actuación «conjunta de las cofradías, de todos los poderes públicos, de todas las Administraciones implicadas, de los medios de comunicación, entidades públicas y privadas a las que desde aquí animo y pido encarecidamente que asuman lo que debe de ser una intervención bien planificada y organizada de forma meditada de divulgación de nuestra Semana Santa en tanto que es el máximo exponente de la riqueza de nuestra tierra y de nuestra gente».

Miñarro Brugarolas reivindicaba así la promoción de la Semana Santa lorquina. La lectura del pregón, apuntaba, le traía sentimientos de «tristeza y alegría». Alegría, por el «orgullo que supone pronunciar este pregón, pero también de tristeza al no poder tener conmigo a personas con quienes tanto me hubiera gustado compartir este momento».

Recordaba especialmente a su padre, que pronunció el pregón en 2005, pero también a su abuelo y a su tío Enrique. Y a su madre quien, «no habiendo nacido en Lorca, presumía de blanca, de muy blanca, y cosía como nadie, primorosamente, pues así era ella, las túnicas de hebrea que estrené durante tantos años».

Hacía referencia a su bisabuelo, Ricardo Montoya, del que señalaba sentirse muy orgullosa porque «regalara al Paso Blanco la seda sobre la que se bordó el manto de la Virgen de la Amargura», como también de su abuela Catalina, que participó «en el bordado del estandarte de Nuestra Señora del Rosario, con que se abre la procesión del Paso Blanco».

Y reconocía que era blanca por tradición familiar. «Soy blanca, muy blanca, blanca peleona, por absoluta convicción, pues –por favor, perdonadme los azules- creo, sin admitir prueba en contra, que somos ‘los más y los mejores’». Recordaba que la Semana Santa lorquina «no es solo de blancos y azules, azules y blancos. En este pregón no puedo olvidar que son seis las cofradías que procesionan en Lorca desde el Viernes de Dolores hasta el Domingo de Resurrección».

Situaba el origen de los Desfiles Bíblico Pasionales en un hecho político «de trascendencia social y jurídico que tiene lugar en el siglo XIX: la desamortización». La ausencia de imágenes en las cofradías como consecuencia de la desamortización, «fueron las circunstancias que promovieron que el ingenio de nuestros antepasados cristalizara en una solución genial: crear representaciones vivas de pasajes bíblicos, con una intención eminentemente didáctica, relacionando escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento».

Pero además «entró en juego el factor de la rivalidad que ya en aquel momento existía entre los pasos. Y así empezó todo. Poco a poco se avanza por esta senda de teatralidad de la puesta en escena incorporándose carrozas y caballos y enriqueciéndose el vestuario y el aderezo de los personajes, llegando a ser en seda, oro y pedrería a finales del siglo XIX». Y surge «esta forma original de desfiles de Semana Santa con un sentido absolutamente ortodoxo: la exaltación del triunfo del cristianismo sobre el paganismo; la misericordia y el amor al prójimo sobre el ojo por ojo del judaísmo».

El hecho religioso, significaba, se presenta soportado en la procesión sobre una realidad artística extraordinaria: los bordados. «Las sedas y los terciopelos sustituyen a los lienzos, las agujas a los pinceles y los hilos a los óleos, siendo el resultado obras de arte de un nivel sublime».