Especial Fiestas de Ricote 2023

"Como una mosca en la pared"

Plaza Santiago, 7 de Ricote

Plaza Santiago, 7 de Ricote

Francisco-José Bermejo Fernández-Briceño

He de reconocer que cuando desde la corresponsalía del diario La Opinión (D.Alberto Guillamón) se me propuso escribir un pequeño artículo sobre cómo llegue a ser propietario y con-vecino de la Plaza Santiago 7 de Ricote, me produjo un cierto desasosiego, por no saber por dónde empezar. Esta es abreviadamente, la historia. La adquisición de la vivienda que domina la Plaza ‘Manducho’ se produjo allá por el año 2005. En aquella época el que suscribe iba buscando un poco de tranquilidad y retiro de los ajetreos de la vida urbana. El lugar que buscaba requería dos elementos esenciales; a saber, tranquilidad y anonimato. Las dos características se aunaban aparentemente en la localidad. La tranquilidad a la que me refiero es la propia de la vida monacal, olvidarse del reloj, del teléfono móvil y de la televisión -y de los plazos procesales-. Esto de la tranquilidad lo logré de buenas a primeras, no así lo del anonimato. Si vale la expresión pretendía ser como «una mosca en la pared», pasar lo más inadvertido posible, pero creo que a las tres semanas de ser el nuevo propietario todo el mundo ya sabía quién era, por el mecanismo boca-boca. La madre de mi cuñada era (y es) de Ricote, y su hermana, cuya familia regenta una tienda debajo de la Iglesia de San Sebastián, también nos conocía y nos tenía fichados. Lo del anonimato no me funcionó muy bien.

¿Cómo llegamos hasta aquí? Un buen día comenté en su droguería a mi amigo Manuel J. C. que estaba casado con Dña. Carmen L. -ambos difuntos-, ella oriunda de Ricote, mi intención de buscar un lugar que estuviera cerca de Molina de Segura, a la vez que lejos de las preocupaciones de la vida moderna; un lugar «donde pudiera escribir mis memorias», así le dije. Manolo quedó conmigo y subimos a Ricote una buena mañana. Inicialmente iba buscando algo en el campo, pero después de vueltas y revueltas por La Bermeja, concluí en que aquello estaba demasiado lejos. Ya en el pueblo, en nuestras indagaciones nos comentaron que la casa de la plaza Santiago 7 se vendía, y que uno de los propietarios era de Molina. La casa, pese a no estar en perfectas condiciones tenía una ubicación inmejorable. Un sábado quedé con uno de los propietarios Bartolomé -Bartolo M.- y sus hermanos, y ajustamos el trato. El lunes siguiente la casa era mía. Recuerdo las palabras de Bartolo que me dijo sentenciando, medio en broma, medio en serio: «no creas que en el pueblo metemos a cualquiera, y tu no hagas lo mismo». Aún le sigo dando vueltas a estas palabras.

La vivienda presentaba una serie de potencialidades para la reforma y restauración, que era y es una de mis aficiones. Perfectamente hubiera podido construir una nueva vivienda, pero entendí que una casa nueva la podía tener en cualquier momento, y no así una vivienda con historia, de las que desgraciadamente cada vez van quedando menos. En este proyecto de reforma intervino activamente mi mujer, Pilar. Mi amigo Manolo me decía que no se me ocurriera vender la casa, que aquello era un sanatorio, y debo reconocer no le faltaba razón.

Profesionalmente soy abogado y por motivos de trabajo no residimos de forma permanente en la Plaza, si bien en fines de semana, puentes, y sobre todo en verano somos asiduos. Personalmente nunca me gustaron las aglomeraciones de las playas, lo que ha enfocado nuestras vacaciones a la residencia en el pueblo. El tiempo -no el atmosférico- en Ricote discurre de otra manera, más sosegado, más tranquilo, con unos ritmos diferentes. A veces es como si el tiempo no pasara. La casa es como un pequeño Shangri-la, un lugar fuera del tiempo, como el Aleph de la novela de Borges.

El pueblo tiene un magnetismo especial, tiene un cierto exotismo que aún se aprecia en sus costumbres y en sus paisajes. Los bares locales y su restaurante son un atractivo nada desdeñable, y ofrece además todas las posibilidades propias de los pueblos de montaña. En mi opinión ofrece numerosísimas posibilidades de desarrollo, y es un lugar perfecto donde vivir si se desea tranquilidad, a la vez cerca y lejos de las grandes ciudades. Todavía presenta una cierta originalidad que lo hace un lugar especial. En todo esto va también mi interés y devoción personal como antropólogo por estas otras formas de vida, por estos otros ritmos, por estas otras formas de entender la realidad que han de ser objeto de preservación.

Nuestros convecinos son buena gente. Dentro de las categorías de turistas, veraneantes, visitantes, o vecinos, a pesar de nuestras idas y venidas, después de todos estos años nos sentimos como otros más del pueblo. Esta ha sido, resumidamente nuestra experiencia. Muy buena.