El claustro del viejo convento de Santo Domingo volverá a su lugar de origen. Los arcos y columnas fueron desmontados tras el terremoto de mayo de 2011 con intención de evitar su desplome. El monumento ya presentaba un grave deterioro que se vio acentuado tras los movimientos sísmicos. Cultura autorizaba, tras la visita de sus técnicos hace unos días, los trabajos de restitución que se espera comiencen en las próximas semanas, según afirmaba en declaraciones a LA OPINIÓN este jueves la edil de Cultura y Patrimonio, María Ángeles Mazuecos.
La reconstrucción de las arcadas del siglo XVII se iniciará, por tanto, el próximo mes de junio. Se calcula que los trabajos duren en torno a ocho meses, como argumentaba la edil, que recordaba que el proyecto inicial tuvo que ser modificado para contemplar la puesta en valor de los hallazgos. Dos aljibes, un pozo, el pavimento original y las basas de las columnas de piedra que sustentaban los arcos, aparecieron durante las excavaciones realizadas.
Técnicos de Cultura visitaban los restos para autorizar los trabajos
El claustro se mostraba hasta el terremoto adosado a un edificio de viviendas. Los orígenes del convento de Santo Domingo se remontan a 1547 con el establecimiento de la orden de predicadores junto a la muralla de Lorca. La pequeña casa capilla se fue transformando en un gran complejo conventual del que se conserva el claustro, iglesia y capilla, catalogadas en el Plan Especial de Protección y Rehabilitación Integral en el Conjunto Histórico Artístico de Lorca con una protección de grado 1.
El claustro se levantó entre los años 1646 y 1666. Es de piedra arenisca con planta cuadrada de 12,5 x 12,5 metros y doble planta, alcanzando entre ambas unos 7,50 metros de altura. Cada una de las galerías está conformada por seis arcos de medio punto, apoyados sobre columnas de orden toscano, con fustes lisos, monolíticos y éntasis destacados, con basas y capiteles sencillos. A lo largo de su historia ha sufrido distintos avatares, como señalaba el arquitecto Juan Carlos Cartagena que dirigió los trabajos de desmontaje del claustro y de la redacción del informe y proyectos, quien recordaba que «le afectaron negativamente». Entre ellos, el terremoto de 1674 y diversas inundaciones posteriores, aunque los mayores deterioros fueron a partir del siglo XIX, «tras la desamortización y abandono del convento».
